1. Leonard, el centinela
ciego (fragmento del diario fonográfico de míster Crane)
Summerscale no ha vuelto
de la misión que él mismo se impuso, pronto la noticia se esparce a lo largo
del aeródromo de Hendon, y desde ahí a todo Londres a través de las portadas
matutinas de los periódicos más amarillistas de la City. Y la desazón se va
apoderando del corazón de los ciudadanos, pues entienden que ya no contarán con
la protección del gran héroe que enfrentaba la guadaña alemana por ellos, pero
no todos se han abandonado al terror y a la desesperación; hay quienes sienten
despertar en su interior al héroe que llevan dentro, y acuden presto a los
centros de reclutamiento que las Fuerzas Armadas de su Majestad han abierto
para seleccionar a aquellos valientes cuyo talento y condiciones les permitan
pasar la criba de los médicos del Royal Army.
Mi nombre es Leonard
Crane, soy invidente y formó parte de esa fracción de gente que siente ganas de
incorporarse a la lucha contra el Raid de Stiglitz ( ese es el nombre con
el cual la prensa ha bautizado la invasión alemana, quizá en un intento por
minimizar la repercusión del hecho en nuestra historia reciente) Desde que
perdí la vista me gano la vida caracterizado como un mendigo que pide limosna
en la vía pública, en realidad soy uno de mejores soplones que Scotland Yard
tiene en los bajos fondos de la City, y mi disfraz me sirve para pasar
inadvertido ante la plebe y los propios rufianes. Mi oído es muy fino y soy capaz
de hallar lo esencial en medio de un discurso entrecortado.
Mi mente opera
selectivamente, y gracias a esta habilidad se ha creído que mi habilidad puede
ser útil en esta hora aciaga para el orgullo inglés, pues la antiaérea necesita
de un medio más o menos certero de enterarse de que en el cielo habita algo que
merece ser destruido por los proyectiles que escupen sus tubos. Por tal
motivo se me adiestra en la operación de unos grandes conos que están
conectados a unos diminutos auriculares metidos en mis cavidades auditivas. Me
dicen que los conos están instalados sobre estructuras encumbradas que se
asemejaban a los mástiles de los antiguos navíos de vela Las partes cóncavas de
los conos están orientados hacia el cielo como las grandes bocinas
amplificadoras de los gramófonos, dispuestas a percibir el menor ruido que
pueda suscitarse en aquella región del aire que recibe el nombre de troposfera.
Espero sinceramente
contribuir a la defensa de la City, y lograr que varias de las aeronaves
germanas se conviertan en grandes bolas de fuego donde arderán esos malignos
hunos que siguen las órdenes de un káiser fratricida que anhela el completo
dominio de Europa.
Una a una nuestras
aeronaves se van elevando hacia el cielo siguiendo el principio
descubierto por el viejo Arquímedes, y lo hacen desde esta pista gloriosa en
los anales de la aviación británica, pronto se desprenden de los cables que
momentáneamente los atan a la tierra, pero apenas se sienten libres su morro se
encabrita y se deja llevar por la fuerza ascensional como si fueran grandes
cometas hechas de madera y papel, y no las grandes estructuras metálicas y
alargadas que son, construidas en Friedrichshafen, en la factoría de Von
Zeppelin, el Conde Loco, y ensambladas aquí en Eastchurch con mano de obra
esclava procedente de las cárceles que rodean este aeródromo
Peter Stiglitz, el Amo de
la Inglaterra Oriental, va a bordo de una de las tres aerodinámicas barquillas
desde las cuales se controla estas potentes, pero a la vez frágiles máquinas de
guerra que en caso de conseguir un bombardeo exitoso le garantizaría la
tripulación una medalla Pour le Mérite de manos del propio káiser
Wilhelm, además de la gloria eterna entre nuestros compatriotas por su
valentía de enfrentar al enemigo tripulando una aeronave que si bien se
consideraba poderosa, no era demasiado cómoda ni segura para aquellos que
tenían la tarea de llevarla al combate.
Ahora las aeronaves
sobrevuelan el aeródromo de Eastchurch, su perfil oblongo se recorta sobre el
cielo vespertino, y desde esa altura contemplamos el festín que las bestias
tentaculares se están dando con el cuerpo crucificado de sir George
Summerscale. La carne del baronet es desprendida a dentelladas por aquellos
seres abominables que antaño fueron humanos, y que ahora siguen fielmente los
dictados que emanan del teclado del oberst Stiglitz, el cual desde la
barquilla les ha ordenado que devoren al muerto del mismo modo que los salvajes
mexicas lo hacían con los cadáveres de las víctimas que sacrificaban en sus
pirámides truncas, poco a poco esa imagen grotesca se aleja, y nos damos cuenta
que estamos inmersos en una misión que tal vez sea decisiva para esta extraña
guerra que está librando nuestro Reich contra el Reino Unido.
Rápidamente me caló las
gafas de protección sobre los ojos, enrolló una gruesa bufanda en torno mi
cuello para mantenerlo preservado del frío, y me introduzco en la carlinga de
esta atalaya volante que desafía el frío y las corrientes de viento. Y lo hago
poseído por un entusiasmo indescriptible, como si una parte de mí fuera una
especie de silfo que estuviera volviendo a su hábitat natural después de un
largo exilio atado a la superficie del planeta.
La barquilla de
observación desciende bruscamente desde la góndola central, cual una guadaña
ávida de cortar el frágil tejido de las nubes, de pronto su descenso es frenado
en seco por la acción de unos fuertes cables de acero que la mantienen segura y
a buen recaudo del no tan distante suelo inglés. El viento hace flamear mi
bufanda y me enfría las mejillas mientras enarboló los binoculares que me
permitirán escrutar el cuerpo de mi víctima, la oscurecida ciudad de Londres.
Es momento de cumplir mi
propósito, y enarboló los binoculares para escrutar el cuerpo dormido de la
City, no hay luces ahí abajo, y para complicar las cosas un manto de niebla
pende sobre aquella oscuridad artificial puesta ahí para dificultar nuestra
puntería. La niebla flota como un ser ectoplasmático sobre todas esas moles que
se yerguen desde la tierra, y que están ahí para ser destruidas por las bombas
que se albergan en la bodega sita en la góndola central. Mi dispositivo busca
agujeros entre la masa compacta que protege a la ciudad tanto como la negrura
en la que se ha sumergido voluntariamente para dificultar la precisión del
ataque.
Mi teléfono suena, el oberst
está esperando el resultado de mi observación para empezar el bombardeo. Sigo
escrutando aquella niebla maldita que puede estropear todo el esfuerzo llevado
a cabo. ¿Será necesaria la intervención de la providencia para seguir adelante
con la operación? Ansiosamente enfoco los binoculares nuevamente sobre
esa vaporosa masa blanquecina que permanece ahí, en ese instante observó que ha
perdido su cohesión, y que ahora presenta unos grandes agujeros que permiten
cierta visibilidad para arrojar las bombas a través de ellos. ¡Loada sea la
providencia por tal cosa!
Esta vez soy yo quien
coge el teléfono de campaña y transmite la buena nueva a los operadores de la
bodega de bombas: es el momento de dejarlas caer y que la muerte empiece su
azarosa labor.
3. Leonard Crane escucha los
alaridos del cielo.
Mis compañeros y yo hemos
auscultado el cielo, y no percibimos nada que pueda ser identificado como algo
distinto de las habituales turbulencias propias de esa región de la atmósfera;
pero somos pacientes, de hecho, buena parte de este trabajo consiste en no
desfallecer de aburrimiento ante la falta de datos objetivos que pasarle al
personal que se encarga de operar los cañones y los reflectores, los cuales
están ansiosos de entrar en acción.
Las bocinas que están
orientadas hacia el cielo nos traen toda clase de ruidos, pero todavía ninguno
ofrece ese carácter constante y artificial que permita su identificación como
un sonido atípico que active las alarmas. Ante esa falta de noticias por parte
nuestra, los que operan los reflectores no saben bien si continuar esperando o
saltarse esa orden y empezar a barrer el cielo confiando en atrapar la silueta
de algún dirigible con sus potentes conos luminosos, y que la Triple A se
encargue del resto con sus disparos inmisericordes.
Por suerte recapacitan, y
la indisciplina no germina entre ellos, pues eso solo significaría poner trabas
al plan que el Alto Mando ha concebido para enfrentar a aquellas grandes
aeronaves que se van acercando subrepticiamente; sin embargo, soy consciente de
que es necesario restaurar el ardor guerrero de aquellos soldados patriotas
pero impacientes.
De repente percibo un
ruido que me parece completamente anormal respecto a los que venía escuchando
antes: es un sonido ululante y pavoroso que parece emerger de la garganta de
algún gigante ansioso por revelar su existencia mediante esa peculiar
modulación que inunda mis oídos y los del resto de escuchas con una intensidad
realmente insoportable en medio de la eterna oscuridad en la cual existimos
desde siempre.
De golpe el ruido se
transforma en estruendo, es como si el sonido que hemos percibido fuera una
especie de conjuro que tuviera la facultad de hacer que las cosas entren en
colisión. Así las sillas y escritorios se tambalean, los audífonos se
desprenden de mis oídos, y mi mano no puede encontrar la tecla del telégrafo
especial que me habría permitido transmitir el suceso a la instancia
correspondiente.
La explosión sacude y lo trastorna todo, en
mis oídos resuenan un montón de ruidos caóticos que me desconciertan, en eso yo
mismo soy proyectado contra el suelo por esa fuerza destructora que me derriba
de la silla como un caballo encabritado lo haría con su jinete, al igual que el
resto de operadores. Somos un montón de brazos y piernas entreverados buscando
deshacer los estorbos que impiden la salvación de aquellos que resultan
aplastados.
La temperatura principia
a caldearse, y el humo se expande brutalmente asfixiándonos, en eso oigo el
naciente crepitar de las llamas devorando todo lo que resulta combustible con
sorprendente celeridad. Todos los intentan, pero nadie sabe si podrá escapar de
esta maldita trampa caliente. El futuro es incierto y la perdición muy cercana.
¡Malditos hunos!¡ Os odio con todo mi corazón!¡Vosotros habéis hecho diana
primero!
Una emocionante narración bélica, que muestra las estrategias de guerra de ambos bandos. Excelente historia!
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