1-Bombarderos, monstruos y planes de
operaciones a la vista.
Peter Stiglitz se enteró
de su ascenso a general después de que su aeronave retornase sana y salva de la
misión sobre Londres. Las defensas inglesas habían reaccionado al ataque, y a
pesar de que las bombas alemanas habían logrado golpear primero, también se
habían sufrido bajas, y no dejaba de ser dolorosa la impotencia que se sentía cuando
los dardos incendiarios de los británicos convertían en teas ardientes aquellas
naves tan frágiles como grandes.
Unos cuántos días después, el flamante general
Stiglitz recibió la orden de abandonar Eastchurch para trasladarse hacia la
recién conquistada isla de Wight, pues las columnas alemanas habían continuado
avanzando hacia el oeste ocupando la costa comprendida entre Hastings y
Portsmouth, casi al unísono la infantería de marina había desembarcado en Wight
para evitar que los ingleses usaran la isla para lanzar como base para un
contrataque, es más la inteligencia germana había averiguado que Lord Churchill
había destinado una gruesa suma de dinero para desarrollar un arma maravillosa
que podría recibir su bautismo de fuego en la batalla que se avecinaba.
Pero si los rumores de un arma maravillosa eran fuertes, los germanos no se quedaban atrás, y su industria aeronáutica había producido varios tipos de bombarderos pesados que competían entre sí para hacerse con la tarea de aterrorizar todavía más a los habitantes de Londres.
Así pues, cuando Stiglitz
llegó se encontró con un bonito bombardero biplano esperándolo en la pista del
aeródromo de Bembridge, sito en la parte oriental de la isla. La maquina tenía un fuselaje amplio y rechoncho,
capaz de contener, por igual a la tripulación, a la planta motriz, y a las dos
toneladas de bombas que el ingenio podía transportar a casi seiscientos
kilómetros de distancia, lo cual lo convertía en un interesante bombardero polimotor
diseñado como elemento de apoyo para las tropas en campaña, y usaba un
camuflaje a base de rombos que ostentaba, por ambos lados, la distintiva cruz
de Malta. Estos eran los únicos detalles exteriores que la nueva máquina compartía
con los estilizados triplanos cuatrimotores que habían intentado bombardear
Inglaterra, con bombas calientes unos meses atrás.
Stiglitz miro más allá y
contempló las siluetas de los nuevos bombarderos perfectamente alineados y
esperando entrar en acción, y lo más importante de todo es que le habían
concedido el honor de llevarlos al combate. Los aparatos venían junto con la tripulación
de prueba enviada por el fabricante, la cual pasarían unos cuantos días
adiestrando a los aviadores presentes en el aeródromo para acostumbrarlos a las
prestaciones y características de la nueva máquina.
Mientras los pilotos se habituaban
a sus nuevos aviones, Stiglitz puso manos a la obra en para diseñar la
estrategia que le permitiría aislar a la península de Cornualles del resto de
Inglaterra, y ofrecérsela como un fruto maduro a su ambicioso Kaiser. Para ello
pensó en una operación de envolvimiento cuyo objetivo sería acabar con todas
las fuerzas operativas británicas que defendían el territorio comprendido entre
Portsmouth y Plymouth, de ese modo aislaría la península de Cornualles del
resto de la isla, y sería mucho más sencillo inducir a su rendición, sin pasar
mayor por el trámite de una lucha siempre azarosa y desventurada para los
civiles.
Después de pensarlo un poco, el general
Stiglitz se asignó así mismo la tarea de rendir Plymouth, mientras la otra
parte de su ejército, comandada por el general Emil Richter, se encargaría de
avanzar desde Portsmouth hacia el oeste, asegurando Salisbury para evitar
contraataques británicos desde esa zona. Por su parte, las tropas de Stiglitz
desembarcarían en la pequeña isla de Drake, situada frente al puerto de
Portsmouth, y en la playa de Jennycliff, con el fin de adueñarse de la
península de Mount Batten, y desde ahí someter a sitio el puerto inglés hasta
conseguir su rendición bombardeándola sin misericordia con los nuevos bombarderos
y artillería de grueso calibre. Si el plan funcionaba, las victoriosas columnas
alemanas marcharían hacia Torquay y Exeter para cerrar la gigantesca tenaza que
había ideado sobre el mapa de campaña que tenia extendido sobre la mesa de operaciones
que estaba estudiando concienzudamente como debía hacerlo un general antes de
trabar batalla con el enemigo.
2- Lord Churchill confía
en sus «acorazados terrestres» para vencer.
Lord Churchill encendió
un enorme puro cubano, y se sentó ante el mapa de Hampshire, el condado sería
el escenario donde el Royal Army estrenaría un arma nueva y revolucionaria que
buscaría sorprender a los alemanes hasta entonces victoriosos.
Asimismo, el Lord deseaba que sus soldados
enfrentaran los vaivenes del campo de batalla con grado de protección mayor que
el de sus contendores. Las ametralladoras estaban convirtiendo los campos de
batalla en verdaderos cementerios, y eso lo habían demostrado sobradamente las pulemet
(ametralladoras) rusas contra las cargas frontales que los japoneses habían
lanzado contra el campo atrincherado de Port Arthur una década atrás.
Para conjurar ese peligro
al Lord se le ocurrió que meter a ocho soldados, inmunes a la claustrofobia,
dentro de unas máquinas romboidales que se desplazaban sobre orugas, como los
tractores. Las novísimas máquinas estaban blindadas e iban armadas con cuatro
ametralladoras laterales, montadas en barbetas, además de dos cañones navales
instalados a proa y a popa, por así decirlo del landship.
Según la doctrina de Lord
Churchill este sería el mejor modo de optimizar la capacidad ofensiva británica;
a la par que se minimizaba el riesgo de sufrir bajas a causa de las ametralladoras.
Eso obligaría al enemigo a confiar en su artillería para intentar destruir a
los sorprendentes «acorazados terrestres» que la ingeniería inglesa había
puesto a disposición del Royal Army para la defensa del suelo metropolitano.
3- Primera batalla entre máquinas y
monstruos.
Capitán James Mallory,
comandante del Landship Mk I Number 100. Caballería Blindada de Su Majestad en
el frente de Hurn.
El enemigo se ha
amedrentado bastante por la aparición de nuestros landships, los
alemanes han retrocedido, y han confiado a las ametralladoras la tarea de
frenar nuestro avance contra sus posiciones fortificadas. Las machine guns
enemigas ladran, pero su esfuerzo es inútil, el blindaje detiene el viaje
mortífero de aquellos proyectiles, y ninguno de nosotros muere (aunque también
es verdad que nos morimos de calor aquí adentro porque estamos hacinados, y el
ambiente esta viciado por el olor de la cordita) Es nuestro turno, y desde las
barbetas laterales de mi landship surgen ráfagas mortales que
seguramente ciegan la vida de muchísimos hunos, ya no volverán a fumar ni a
jugar a las cartas en sus cuarteles. ¡Pobres muchachos!, su único delito fue
llevar ese uniforme caqui y ese casco puntiagudo que los convierte en enemigos
de Su Majestad. Nuestro avance continúa, hemos ganado el primer round, pero
sabemos que volverán, pero estaremos listos para recibirlos.
Informe del feldwebel
Gunther Himmeltoss, unteroffizier del 11 Armee, destacado en el Primer Frente
de Hampshire.
Los ingleses han
conseguido asustar a mis muchachos con esa horrible cosa mecánica que se han inventado,
aquella cosa marcha con lentitud mientras mientras escupe balas a mansalva por
todas partes. No es momento para arengas, más bien hay que dar ejemplo de valor
e iniciativa que restaurar su ánimo Por tal motivo, le arrebato sus granadas de
mango a un soldado muerto, y me abalanzo contra una de las torpes máquinas
inglesas que ahora nos atacan con vehemencia. Con suerte esquivo las balas
enemigas, y cual un antiguo hondero, arrojó varias granadas contra la superestructura
de aquella cosa que se acerca. Doy la media vuelta, y escucho las explosiones,
sospecho que la máquina enemiga ha sido aniquilada.
Capitán James Mallory,
comandante del Landship Mk I Number 100. Caballería Blindada de Su Majestad en
el frente de Hurn.
Aquí dentro nos
felicitamos todos sin palabras, el pulgar en alto es el signo externo de esa
alegría por estar vivos que difícilmente podría reconocerse en un rostro
enmascarado. Las granadas del enemigo han explotado sin mayores consecuencias
para el landship Ahora los conductores se concentran todavía más, en su
ruta, los artilleros recargan las ametralladoras y los cañones. Seguimos
ganando.
Informe del feldwebel Gunther
Himmeltoss, unteroffizier del 11 Armee, destacado en el Primer Frente de Hampshire.
Las granadas no han
funcionado, y mis hombres siguen muriendo. La retirada no es una opción,
tenemos que frenar a esas máquinas aún a costa de nuestras vidas, pero antes de
jugar la carta de la desesperación se me ocurre lanzar al combate a algunas de
las bestias que nos han encomendado. Ordeno sacarlos de sus jaulas, son como
grandes perros, pero su aspecto es realmente feroz: pelambre hirsuto, hocico
alargado, ojos inyectados en sangre, colmillos enormes. Y para protegerlos de
las balas llevan cotas de malla adaptadas a sus cuerpos, además de un
dispositivo explosivo que es el verdadero corazón del arma viviente que es el
lobizón.
Soltamos a los lobizones,
las bestias ya saben lo que deben hacer, son agiles, feroces y grandes, y lo
mejor de todo es que no conocen el miedo, seguramente conseguirán lo que
nosotros no hemos logrado.
A pesar de que el ruido
es tremendo, me doy cuenta de algo muy pesado nos ha caído encima. Mediante
señas ordeno detener el landship. Los artilleros deben seguir atentos y
pendientes de sus armas, todavía hay muchos alemanes en las cercanías y pueden
atacarnos. Ahora que el motor se ha detenido podemos escuchar golpes y gruñidos
allá afuera, de pronto algo explota y el motor resulta dañado. No podemos
movernos, así que nos vemos obligados a salir fuera del landship para
combatir por nuestras vidas con las armas en la mano.
Informe del feldwebel
Gunther Himmeltoss, unteroffizier del 11 Armee, destacado en el Primer Frente
de Hampshire.
Un lobizón se ha
sacrificado para dañar el blindaje de la máquina enemiga, y los tripulantes de
la cosa esa salen al exterior. Otras máquinas británicas sufren la misma
suerte, y la suerte en el campo de batalla parece equilibrarse. Están vestidos
como los caballeros medievales con yelmo y armadura, aunque esta no les cubre
todo el cuerpo. Es nuestra oportunidad, mis soldados calan bayonetas y atacan
al enemigo con furia. Veremos si esos ingleses son tan buenos luchando cuerpo a
cuerpo. La sed de sangre de los lobizones nos ayudará, pues tengo el modo de
controlarlos.
Capitán James Mallory,
comandante del Landship Mk I Number 100. Caballería Blindada de Su Majestad en
el frente de Hurn.
Estamos rodeados, los
alemanes y aquellas bestias, parecidas a perros rabiosos, nos atacan por todas
partes, parecen luchar juntos pues aquellas bestias saben distinguir entre
nosotros y los alemanes. No me pregunten como lo hacen, simplemente es así, y
bastante tenemos con defendernos de ambos. Lo peor es luchar contra las bestias,
parecen inmunes a las balas, así que solo queda enfrentarlos cuerpo a cuerpo, y
eso resulta factible. Veo como mis hombres van cayendo, con la ropa hecha
flecos, y el cuello cercenado. Quisiera saber dónde están los aviones que
deberían habernos apoyado. No queda más remedio que la rendición o el suicidio,
creo que elegiré lo segundo.
4. Primera batalla entre
hombres y bestias.
Informe del feldwebel
Erwin Ganzenmüller, unteroffizier del 12 Armee, Infanterie-Regiment 127. Tercer
frente de Portsmouth.
Estamos frente al puente
de Laira, y se espera que consigamos tomarlo pronto. Los ingleses lo han
fortificado con varios nidos de ametralladoras que no hacen viable un ataque
frontal, es más varios landships van y vienen a través de la carretera
colgante, como si nos estuvieran desafiando a desencadenar la lucha sobre esa
arteria vital que da acceso al lado oriental de Portsmouth.
Sin embargo, es necesario
andar con pies de plomo y no precipitarse, pues no queremos que los ingleses hagan saltar el puente por
los aires, haciendo un poco más difícil atravesar esta parte del rio Plyn.
Las cosas marchan bien en
la isla de Drake y en la península de Mountbatten, vamos ganando terreno en
esos sectores, los nuevos bombarderos nos ayudan mucho en eso; pero necesitamos atravesar el puente para
envolver a los defensores de Portsmouth por la retaguardia. El teléfono de
campaña suena, y se me comunica que debo liberar a las bestias que tengo a mi
cargo, ellos serán la punta de lanza en la operación de conquista del puente.
Me duele un poco que sea
así, pero sé que es el mejor modo de ahorrar vidas alemanas para las futuras
glorias de la patria.
Tentakel-Chimäre asignada
al Infanterie- Regiment 127.
Despierto y otra vez
tengo hambre, debo buscar comida. Mis hermanos están igual que yo y gruñen por
eso. El amo Erwin nos dice dónde encontrar lo que queremos, y eso nos calma un
poco. La puerta se abre, y eso indica que nos dejaran salir. Rugimos de alegría
por eso. Afuera percibimos el olor de la carne fresca, el amo Erwin dice que el
olor viene de un sitio que está más allá del agua. Nuevos rugidos de alegría
por eso.
Pisamos un suelo verde
que pronto se acaba y se convierte en agua, la carne está un poco más allá. Nos
metemos en el agua en manada, y nadamos hacia el otro lado. La carne fresca nos
espera ahí, el amo Erwin lo prometió, y nunca ha mentido.
Salimos del agua, y el
suelo vuelve a ser verde, pero esta vez lo es por partes. Hay cosas grandes y
suaves que me llaman la atención. No huelen como la carne, pero tal vez se algo
parecido. Mi tentáculo se mete dentro, pero resulta que no es lo que creo. La
cólera me invade, pero el amo Erwin me dice que siga buscando.
Y eso hago, lo mismo que
todos mis hermanos seguimos leyendo el suelo y el aire.
Informe del feldwebel
Erwin Ganzenmüller, unteroffizier del 12 Armee, Infanterie-Regiment 127. Tercer
frente de Portsmouth.
Los monstruos ya están al
otro lado del río, los ingleses al parecer duermen y la sorpresa será total
cuando despierten y se den cuenta que el infierno ha abierto sus fauces. Mis
domesticados antropófagos no dejaran títere con cabeza para mayor gloria de
Stiglitz y del Kaiser.
Tentakel-Chimäre asignada
al Infanterie- Regiment 127.
El olor de la carne es
más fuerte, casi se toca. Mis hermanos y yo escuchamos muchos gritos por todas
partes, estos hombres usan unas cosas que hacen mucho ruido, y las apuntan
contra nosotros. El amo Erwin sabe que esas cosas hacen daño y por eso estamos
protegidos. Hay muchos hombres a la vista, y algunos sostienen cosas
brillantes y puntiagudas para
defenderse. Uno de mis hermanos es penetrado por la cosa brillante y
puntiaguda, y brama de dolor. Mi tentáculo se extiende y se enrolla en torno a
su matador. Aprieto, y poco a poco su cara se vuelve negra. Está muriendo, como lo hacen muchos de sus
camaradas ahora mismo, mis hermanos empiezan a comer, y mi apetito se despierta
también.
Un fuerte ruido viene del
cielo, unas cosas que vuelan se acercan, luego todo explota y se oscurece.
Se me ordena cortar
comunicación con los monstruos que han cruzado el río, la cosa marcha bien y
están dando buena de los estúpidos ingleses que defienden esa posición, pero el
general Stiglitz ha ordenado que los nuevos bombarderos despeguen y hagan el resto
del trabajo. A través del teléfono le informo que todavía se está luchando, que
los monstruos no han vuelto, pero responde que no es necesario que vuelvan, que
ya han hecho lo suyo, y que es momento de que los verdaderos soldados tomen la
parte de gloria que les corresponde. Entiendo que vamos a entrar en acción, y
que la muerte nos espera allá en el puente.
A través de los
prismáticos observó las gruesas nubes de
humo que han producido las bombas. Ruego a Dios que todos los monstruos hayan
muerto, y que no nos guarden rencor por lo que hemos hecho.
Rubén Mesías Cornejo. 3
de setiembre de 2020.