martes, 15 de septiembre de 2020

LA NUEVA MISION DE STIGLITZ.

 

1-Bombarderos, monstruos y planes de operaciones a la vista.

Peter Stiglitz se enteró de su ascenso a general después de que su aeronave retornase sana y salva de la misión sobre Londres. Las defensas inglesas habían reaccionado al ataque, y a pesar de que las bombas alemanas habían logrado golpear primero, también se habían sufrido bajas, y no dejaba de ser dolorosa la impotencia que se sentía cuando los dardos incendiarios de los británicos convertían en teas ardientes aquellas naves tan frágiles como grandes.

 Unos cuántos días después, el flamante general Stiglitz recibió la orden de abandonar Eastchurch para trasladarse hacia la recién conquistada isla de Wight, pues las columnas alemanas habían continuado avanzando hacia el oeste ocupando la costa comprendida entre Hastings y Portsmouth, casi al unísono la infantería de marina había desembarcado en Wight para evitar que los ingleses usaran la isla para lanzar como base para un contrataque, es más la inteligencia germana había averiguado que Lord Churchill había destinado una gruesa suma de dinero para desarrollar un arma maravillosa que podría recibir su bautismo de fuego en la batalla que se avecinaba.

Pero si los rumores de un arma maravillosa eran fuertes, los germanos no se quedaban atrás, y su industria aeronáutica había producido varios tipos de bombarderos pesados que competían entre sí para hacerse con la tarea de aterrorizar todavía más a los habitantes de Londres.

Así pues, cuando Stiglitz llegó se encontró con un bonito bombardero biplano esperándolo en la pista del aeródromo de Bembridge, sito en la parte oriental de la isla.  La maquina tenía un fuselaje amplio y rechoncho, capaz de contener, por igual a la tripulación, a la planta motriz, y a las dos toneladas de bombas que el ingenio podía transportar a casi seiscientos kilómetros de distancia, lo cual lo convertía en un interesante bombardero polimotor diseñado como elemento de apoyo para las tropas en campaña, y usaba un camuflaje a base de rombos que ostentaba, por ambos lados, la distintiva cruz de Malta. Estos eran los únicos detalles exteriores que la nueva máquina compartía con los estilizados triplanos cuatrimotores que habían intentado bombardear Inglaterra, con bombas calientes unos meses atrás.

Stiglitz miro más allá y contempló las siluetas de los nuevos bombarderos perfectamente alineados y esperando entrar en acción, y lo más importante de todo es que le habían concedido el honor de llevarlos al combate. Los aparatos venían junto con la tripulación de prueba enviada por el fabricante, la cual pasarían unos cuantos días adiestrando a los aviadores presentes en el aeródromo para acostumbrarlos a las prestaciones y características de la nueva máquina.

Mientras los pilotos se habituaban a sus nuevos aviones, Stiglitz puso manos a la obra en para diseñar la estrategia que le permitiría aislar a la península de Cornualles del resto de Inglaterra, y ofrecérsela como un fruto maduro a su ambicioso Kaiser. Para ello pensó en una operación de envolvimiento cuyo objetivo sería acabar con todas las fuerzas operativas británicas que defendían el territorio comprendido entre Portsmouth y Plymouth, de ese modo aislaría la península de Cornualles del resto de la isla, y sería mucho más sencillo inducir a su rendición, sin pasar mayor por el trámite de una lucha siempre azarosa y desventurada para los civiles.

 Después de pensarlo un poco, el general Stiglitz se asignó así mismo la tarea de rendir Plymouth, mientras la otra parte de su ejército, comandada por el general Emil Richter, se encargaría de avanzar desde Portsmouth hacia el oeste, asegurando Salisbury para evitar contraataques británicos desde esa zona. Por su parte, las tropas de Stiglitz desembarcarían en la pequeña isla de Drake, situada frente al puerto de Portsmouth, y en la playa de Jennycliff, con el fin de adueñarse de la península de Mount Batten, y desde ahí someter a sitio el puerto inglés hasta conseguir su rendición bombardeándola sin misericordia con los nuevos bombarderos y artillería de grueso calibre. Si el plan funcionaba, las victoriosas columnas alemanas marcharían hacia Torquay y Exeter para cerrar la gigantesca tenaza que había ideado sobre el mapa de campaña que tenia extendido sobre la mesa de operaciones que estaba estudiando concienzudamente como debía hacerlo un general antes de trabar batalla con el enemigo.

2- Lord Churchill confía en sus «acorazados terrestres» para vencer.

Lord Churchill encendió un enorme puro cubano, y se sentó ante el mapa de Hampshire, el condado sería el escenario donde el Royal Army estrenaría un arma nueva y revolucionaria que buscaría sorprender a los alemanes hasta entonces victoriosos.

 Asimismo, el Lord deseaba que sus soldados enfrentaran los vaivenes del campo de batalla con grado de protección mayor que el de sus contendores. Las ametralladoras estaban convirtiendo los campos de batalla en verdaderos cementerios, y eso lo habían demostrado sobradamente las pulemet (ametralladoras) rusas contra las cargas frontales que los japoneses habían lanzado contra el campo atrincherado de Port Arthur una década atrás.

Para conjurar ese peligro al Lord se le ocurrió que meter a ocho soldados, inmunes a la claustrofobia, dentro de unas máquinas romboidales que se desplazaban sobre orugas, como los tractores. Las novísimas máquinas estaban blindadas e iban armadas con cuatro ametralladoras laterales, montadas en barbetas, además de dos cañones navales instalados a proa y a popa, por así decirlo del landship.

Según la doctrina de Lord Churchill este sería el mejor modo de optimizar la capacidad ofensiva británica; a la par que se minimizaba el riesgo de sufrir bajas a causa de las ametralladoras. Eso obligaría al enemigo a confiar en su artillería para intentar destruir a los sorprendentes «acorazados terrestres» que la ingeniería inglesa había puesto a disposición del Royal Army para la defensa del suelo metropolitano.

 3- Primera batalla entre máquinas y monstruos.

Capitán James Mallory, comandante del Landship Mk I Number 100. Caballería Blindada de Su Majestad en el frente de Hurn.

El enemigo se ha amedrentado bastante por la aparición de nuestros landships, los alemanes han retrocedido, y han confiado a las ametralladoras la tarea de frenar nuestro avance contra sus posiciones fortificadas. Las machine guns enemigas ladran, pero su esfuerzo es inútil, el blindaje detiene el viaje mortífero de aquellos proyectiles, y ninguno de nosotros muere (aunque también es verdad que nos morimos de calor aquí adentro porque estamos hacinados, y el ambiente esta viciado por el olor de la cordita) Es nuestro turno, y desde las barbetas laterales de mi landship surgen ráfagas mortales que seguramente ciegan la vida de muchísimos hunos, ya no volverán a fumar ni a jugar a las cartas en sus cuarteles. ¡Pobres muchachos!, su único delito fue llevar ese uniforme caqui y ese casco puntiagudo que los convierte en enemigos de Su Majestad. Nuestro avance continúa, hemos ganado el primer round, pero sabemos que volverán, pero estaremos listos para recibirlos.

Informe del feldwebel Gunther Himmeltoss, unteroffizier del 11 Armee, destacado en el Primer Frente de Hampshire.

Los ingleses han conseguido asustar a mis muchachos con esa horrible cosa mecánica que se han inventado, aquella cosa marcha con lentitud mientras mientras escupe balas a mansalva por todas partes. No es momento para arengas, más bien hay que dar ejemplo de valor e iniciativa que restaurar su ánimo Por tal motivo, le arrebato sus granadas de mango a un soldado muerto, y me abalanzo contra una de las torpes máquinas inglesas que ahora nos atacan con vehemencia. Con suerte esquivo las balas enemigas, y cual un antiguo hondero, arrojó varias granadas contra la superestructura de aquella cosa que se acerca. Doy la media vuelta, y escucho las explosiones, sospecho que la máquina enemiga ha sido aniquilada.

Capitán James Mallory, comandante del Landship Mk I Number 100. Caballería Blindada de Su Majestad en el frente de Hurn.

Aquí dentro nos felicitamos todos sin palabras, el pulgar en alto es el signo externo de esa alegría por estar vivos que difícilmente podría reconocerse en un rostro enmascarado. Las granadas del enemigo han explotado sin mayores consecuencias para el landship Ahora los conductores se concentran todavía más, en su ruta, los artilleros recargan las ametralladoras y los cañones. Seguimos ganando.

Informe del feldwebel Gunther Himmeltoss, unteroffizier del 11 Armee, destacado en el Primer Frente de Hampshire.

Las granadas no han funcionado, y mis hombres siguen muriendo. La retirada no es una opción, tenemos que frenar a esas máquinas aún a costa de nuestras vidas, pero antes de jugar la carta de la desesperación se me ocurre lanzar al combate a algunas de las bestias que nos han encomendado. Ordeno sacarlos de sus jaulas, son como grandes perros, pero su aspecto es realmente feroz: pelambre hirsuto, hocico alargado, ojos inyectados en sangre, colmillos enormes. Y para protegerlos de las balas llevan cotas de malla adaptadas a sus cuerpos, además de un dispositivo explosivo que es el verdadero corazón del arma viviente que es el lobizón.

Soltamos a los lobizones, las bestias ya saben lo que deben hacer, son agiles, feroces y grandes, y lo mejor de todo es que no conocen el miedo, seguramente conseguirán lo que nosotros no hemos logrado.

  Capitán James Mallory, comandante del Landship Mk I Number 100. Caballería Blindada de Su Majestad en el frente de Hurn.

A pesar de que el ruido es tremendo, me doy cuenta de algo muy pesado nos ha caído encima. Mediante señas ordeno detener el landship. Los artilleros deben seguir atentos y pendientes de sus armas, todavía hay muchos alemanes en las cercanías y pueden atacarnos. Ahora que el motor se ha detenido podemos escuchar golpes y gruñidos allá afuera, de pronto algo explota y el motor resulta dañado. No podemos movernos, así que nos vemos obligados a salir fuera del landship para combatir por nuestras vidas con las armas en la mano.

Informe del feldwebel Gunther Himmeltoss, unteroffizier del 11 Armee, destacado en el Primer Frente de Hampshire.

Un lobizón se ha sacrificado para dañar el blindaje de la máquina enemiga, y los tripulantes de la cosa esa salen al exterior. Otras máquinas británicas sufren la misma suerte, y la suerte en el campo de batalla parece equilibrarse. Están vestidos como los caballeros medievales con yelmo y armadura, aunque esta no les cubre todo el cuerpo. Es nuestra oportunidad, mis soldados calan bayonetas y atacan al enemigo con furia. Veremos si esos ingleses son tan buenos luchando cuerpo a cuerpo. La sed de sangre de los lobizones nos ayudará, pues tengo el modo de controlarlos.

Capitán James Mallory, comandante del Landship Mk I Number 100. Caballería Blindada de Su Majestad en el frente de Hurn.

Estamos rodeados, los alemanes y aquellas bestias, parecidas a perros rabiosos, nos atacan por todas partes, parecen luchar juntos pues aquellas bestias saben distinguir entre nosotros y los alemanes. No me pregunten como lo hacen, simplemente es así, y bastante tenemos con defendernos de ambos. Lo peor es luchar contra las bestias, parecen inmunes a las balas, así que solo queda enfrentarlos cuerpo a cuerpo, y eso resulta factible. Veo como mis hombres van cayendo, con la ropa hecha flecos, y el cuello cercenado. Quisiera saber dónde están los aviones que deberían habernos apoyado. No queda más remedio que la rendición o el suicidio, creo que elegiré lo segundo.

4. Primera batalla entre hombres y bestias.

Informe del feldwebel Erwin Ganzenmüller, unteroffizier del 12 Armee, Infanterie-Regiment 127. Tercer frente de Portsmouth.

Estamos frente al puente de Laira, y se espera que consigamos tomarlo pronto. Los ingleses lo han fortificado con varios nidos de ametralladoras que no hacen viable un ataque frontal, es más varios landships van y vienen a través de la carretera colgante, como si nos estuvieran desafiando a desencadenar la lucha sobre esa arteria vital que da acceso al lado oriental de Portsmouth.

Sin embargo, es necesario andar con pies de plomo y no precipitarse, pues no queremos  que los ingleses hagan saltar el puente por los aires, haciendo un poco más difícil atravesar esta parte del rio Plyn.

Las cosas marchan bien en la isla de Drake y en la península de Mountbatten, vamos ganando terreno en esos sectores, los nuevos bombarderos nos ayudan mucho en eso;  pero necesitamos atravesar el puente para envolver a los defensores de Portsmouth por la retaguardia. El teléfono de campaña suena, y se me comunica que debo liberar a las bestias que tengo a mi cargo, ellos serán la punta de lanza en la operación de conquista del puente.

Me duele un poco que sea así, pero sé que es el mejor modo de ahorrar vidas alemanas para las futuras glorias de la patria.

Tentakel-Chimäre asignada al Infanterie- Regiment 127.

Despierto y otra vez tengo hambre, debo buscar comida. Mis hermanos están igual que yo y gruñen por eso. El amo Erwin nos dice dónde encontrar lo que queremos, y eso nos calma un poco. La puerta se abre, y eso indica que nos dejaran salir. Rugimos de alegría por eso. Afuera percibimos el olor de la carne fresca, el amo Erwin dice que el olor viene de un sitio que está más allá del agua. Nuevos rugidos de alegría por eso.

Pisamos un suelo verde que pronto se acaba y se convierte en agua, la carne está un poco más allá. Nos metemos en el agua en manada, y nadamos hacia el otro lado. La carne fresca nos espera ahí, el amo Erwin lo prometió, y nunca ha mentido.

Salimos del agua, y el suelo vuelve a ser verde, pero esta vez lo es por partes. Hay cosas grandes y suaves que me llaman la atención. No huelen como la carne, pero tal vez se algo parecido. Mi tentáculo se mete dentro, pero resulta que no es lo que creo. La cólera me invade, pero el amo Erwin me dice que siga buscando.

Y eso hago, lo mismo que todos mis hermanos seguimos leyendo el suelo y el aire.

Informe del feldwebel Erwin Ganzenmüller, unteroffizier del 12 Armee, Infanterie-Regiment 127. Tercer frente de Portsmouth.

Los monstruos ya están al otro lado del río, los ingleses al parecer duermen y la sorpresa será total cuando despierten y se den cuenta que el infierno ha abierto sus fauces. Mis domesticados antropófagos no dejaran títere con cabeza para mayor gloria de Stiglitz y del Kaiser.

Tentakel-Chimäre asignada al Infanterie- Regiment 127.

El olor de la carne es más fuerte, casi se toca. Mis hermanos y yo escuchamos muchos gritos por todas partes, estos hombres usan unas cosas que hacen mucho ruido, y las apuntan contra nosotros. El amo Erwin sabe que esas cosas hacen daño y por eso estamos protegidos. Hay muchos hombres a la vista, y algunos sostienen cosas brillantes  y puntiagudas para defenderse. Uno de mis hermanos es penetrado por la cosa brillante y puntiaguda, y brama de dolor. Mi tentáculo se extiende y se enrolla en torno a su matador. Aprieto, y poco a poco su cara se vuelve negra.  Está muriendo, como lo hacen muchos de sus camaradas ahora mismo, mis hermanos empiezan a comer, y mi apetito se despierta también.

Un fuerte ruido viene del cielo, unas cosas que vuelan se acercan, luego todo explota y se oscurece.

  Informe del feldwebel Erwin Ganzenmüller, unteroffizier del 12 Armee, Infanterie-Regiment 127. Tercer frente de Portsmouth.

Se me ordena cortar comunicación con los monstruos que han cruzado el río, la cosa marcha bien y están dando buena de los estúpidos ingleses que defienden esa posición, pero el general Stiglitz ha ordenado que los nuevos bombarderos despeguen y hagan el resto del trabajo. A través del teléfono le informo que todavía se está luchando, que los monstruos no han vuelto, pero responde que no es necesario que vuelvan, que ya han hecho lo suyo, y que es momento de que los verdaderos soldados tomen la parte de gloria que les corresponde. Entiendo que vamos a entrar en acción, y que la muerte nos espera allá en el puente.

A través de los prismáticos  observó las gruesas nubes de humo que han producido las bombas. Ruego a Dios que todos los monstruos hayan muerto, y que no nos guarden rencor por lo que hemos hecho.

Rubén Mesías Cornejo. 3 de setiembre de 2020.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Bristol en la Batalla de Chulmleigh.

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