domingo, 23 de febrero de 2020

GESTARESCALA.

En 1975, la editorial argentina INTERSEA decidió lanzar al mercado libresco una colección de novelas de ciencia ficción en rústica, con unas portadas vistosas y si se quiere hasta psicodélicas, a la que denomino Azimut que se nutrió principalmente con títulos de autores estadounidenses que habían empezado su carrera literaria entre los años cuarenta y cincuenta del siglo pasado en las revistas de fantasía y ciencia ficción de su tierra natal; dentro de esa nómina tenemos a escritores como Howard Fast (Y EL GENERAL MATÓ A UN ÁNGEL) Theodore Sturgeon (LAS INVASIONES JUBILOSAS), Norman Spinrad (AGENTE DEL CAOS), Phillip José Farmer (con el díptico LA OTRA OPORTUNIDAD y EL FABULOSO BARCO FLUVIAL), y su compatriota y tocayo Phillip Kindred Dick, perpetrador del frondoso e imaginativo producto literario que intentaremos reseñar a continuación.


Para aquellos lectores que hayan tenido entre sus manos ejemplares de las novelas y colecciones de relatos que hemos aludimos, los cuales pueden conseguirse principalmente en librerías de segunda mano, tendrán claro que nos referimos a GESTARESCALA, el título que el traductor de INTERSEA, Andrés Esteban Machalski, escogió para que GALACTIC POT HEALER, como se denomina originalmente esta novela de Dick publicada en 1969, por la Berkley Books una editorial especializada en el género literario que nos ocupa, circulase entre los lectores hispanoblantes, lectores de ciencia ficción, y residentes en el sub continente sudamericano.

Curiosamente esta traducción argentina se constituyó en la única transposición de esta novela de Dick al castellano hasta que en setiembre del año pasado, la Editorial Catedra, en su colección Letras Populares y esta vez en España, se animase a poner en las librerías de toda la Península, una traducción consumada por el periodista Julián Díez, quien no solo se limitó a eso, sino que también se animó a dotar de un sustancioso prólogo y epílogo a la misma que ilustran a los lectores sobre la vida, obra y el peculiar estilo narrativo del escritor estadounidense, un estudio que ocupa unas cien de las trescientos veintiocho páginas que tiene la versión editada por Catedra, y en cual considera a esta novela dentro de lo que llama la fase metafísica del autor (1963-1971), la cual precede a la postrera etapa de Dick como autor, y en la cual se consagro a escribir sus revelaciones a través de sus novelas y también de sus memorias.

Estamos en la ciudad de Cleveland, y corre el año 2046, pero el país no es los Estados Unidos de la América del Norte, sino la República Comunal de los Ciudadanos de América del Norte, un estado de dominado por un régimen de partido único, como actualmente ocurre con Cuba y Corea del Norte, para más inri esta degeneración de los Estados Unidos que todos conocemos, viene de salir de un conflicto global (un tópico que se repite en muchas otras obras de Dick) y tiene un carácter represor y dictatorial, como las democracias populares que prosperaron en la Europa del Este después de la victoria soviética sobre la Alemania Nazi.


Joe Fernwright, un restaurador de objetos de cerámica, divorciado de una mujer sumamente dominante llamada Kate (otro tópico recurrente en las novelas dickianas) y veterano de guerra, es un ciudadano de esta república distópica, y sus días transcurren de manera gris pues pese a tener un trabajo, en la práctica es un desempleado que subsiste a base de la pensión que el gobierno le otorga como veterano de guerra, (un dinero inflacionario que se ve obligado a gastar de inmediato antes que pierda su valor) pues en un mundo dominado por la producción de objetos de plástico la reparación de vasijas de cerámica resulta cada vez más rara.

A raíz de esto, Fernwright dispone de tanto tiempo libre que se aboca a practicar un curioso juego que consiste en retraducir el título de conocidas obras literarias, a partir del absurdo trasvase literal que las computadoras de traducción realizan de las mismas; resulta que dichas máquinas oscurecen del tal modo el sentido de los títulos que dan pábulo a una reñida competencia, entre otros ciudadanos tan desencantados como nuestro protagonista, quienes se sirven de la red mundial de videófonos para llevarla a cabo.

Situado en medio de ese contexto poco se necesita para tocar fondo, y Fernwright se da cuenta que está viviendo una existencia absurda y vacía sin solución a la vista, en ese momento justo cuando se decide a sacrificar sus ahorros para acudir a la supercomputadora Don Empleo en busca de trabajo que realmente merezca ese nombre, ocurre la primera manifestación del Spelux a través de la súbita aparición de una botella de plástico que flota dentro del tanque de su inodoro: un hecho ciertamente trascendental que empieza a cambiarle la vida.

La botella contiene un mensaje del Spelux (llamado Glimmung en la novísima traducción de Julián Díez) una criatura cuasi divina y polimórfica que se traslada a través de la galaxia para reclutar un vasto equipo de profesionales, humanos y no humanos, que se encuentren tan hastiados de la vida que llevan como lo está el mismo Fernwright; el caso es que dicho ser, procedente de Sirio Cinco, (también conocida en la novela como el Planeta del Labrador) ofrece pagarle una astronómica suma de dinero a cambio de que se una al gran proyecto de hacer resurgir una catedral llamada Gestarescala, la cual se encuentra hundida en el océano de aquel mundo.

Como era de esperar Fernwright decide abandonar aquel estado de cosas, y se embarca en su primer viaje interplanetario, ya en la nave conoce al resto de la troupé reclutada por Spelux, la cual incluye una variopinta fauna intergaláctica, amén del psico quinético Harper Baldwin (un personaje que preanuncia la aparición de los inerciales que sirven a Glen Runciter en la novela UBIK) y de Mali Joyez, una preciosa chica humanoide con la que vive un tormentoso affaire que a raíz de la extrapolación hecha de una máquina SSA (sub specie aeternitatis) otra de las muchas y curiosos gadgets dickianos (aconsejo al lector que frecuente otras novelas del autor, como UBIK u OJO EN EL CIELO, entre otras para que se dé un atracón con las exquisiteces tecnológicas que salen de la mente del buen Phillip)

Cuando Fernwright llega al Planeta del Labrador se entera de la existencia que de una fuerza contraria que desea impedir que la catedral resurja de aquellas honduras oceánicas, y restaure el equilibrio perdido en aquel mundo tan distante de la Tierra; semejante antinomia se encuentra contenida en el Libro de las Calendas, en cuyas páginas aparecen unos textos de carácter predictivo aunque no plenamente determinantes que vaticinan el fracaso de la empresa organizada por el Spelux.

Con las cosas en ese punto, Fernwright y Mali Joyez deciden zambullirse en unas aguas repletas de entropía, el llamado Mare Nostrum, acción temeraria que contraría el pronóstico pesimista de la Calenda, como era de esperar este acto precipita los acontecimientos quedando el escenario queda servido para su corolario; por ende las grandes fuerzas antagonistas que protagonizan el relato (el Spelux y su recién estrenado antagonista el Spelux Negro) se preparan para la lucha final que decidirá el destino de la catedral sumergida dentro del Mare Nostrum

Novela de aprendizaje, alegoría filosófica sobre la lucha contra el destino arropada bajo el manto de una tragicómica historia de ciencia-ficción, GESTARESCALA es todo esto y quizá mucho más pues fluye ante el lector de un manera abigarrado y hasta tempestuosa como un barco azotado por una tormenta, no por algo el propio Dick declaró que la escritura de esta novela significó como dar un paso más hacia el umbral de la locura que siempre estuvo rondando su mente.

LA MENTE ASESINA DE ANDROMEDA ( a.k.a EL SER MENTE)

Sin duda "La mente asesina de Andrómeda" ( The Mind Thing ,1961) es una obra bastante peculiar dentro del contexto de la ciencia-ficción norteamericana , ya que se trata de un raro cruce entre dos géneros, la narrativa de misterio y la de anticipación, temáticamente distintos. Sin embargo que alguna vez ambos confluyan es perfectamente permisible. En el caso que nos ocupa, Fredric Brown (1906-1972) demuestra la versatilidad que había adquirido escribiendo relatos de ambas vertientes narrativas en esta obra, que a larga sería su última novela publicada en vida.


El escenario de esta novela es Bartlesville y sus alrededores, una minúscula y tranquila comunidad agrícola del estado de Winconsin. De pronto la rutinaria existencia del poblado se ve turbada por una secuela de suicidios inexplicables, que afecta por igual a los animales y a la gente, y que la policía local no acierta a resolver, pues lo inusitado del caso excede su capacidad y experiencia. Hasta aquí tenemos la trama de una clásica novela de misterio, en la que solo falta descubrir la identidad del asesino para que todo quede resuelto. No obstante el asesino de esta historia es muy especial,pues no es humano ni pertenece a la fauna de nuestro planeta, ya que se trata de una entidad alienígena exiliada por otros seres de su propia especie, como castigo por sus múltiples delitos.


Como tantas especies alienígenas descritas en la literatura del género, la criatura de Brown posee facultades insospechadas que le hacen prevalecer sobre las especies terrícolas.De todas ellas la más notable es su capacidad para someter las mentes de sus presuntos huéspedes mediante el sumario procedimientos de invadirlos cuando éstos se encuentran al borde del sueño.


Volviendo al libro, éste se distingue de otras novelas de misterio en un detalle insólito para los adictos a esta clase de lectura.En ningún momento Brown oculta la identidad del asesino, siempre sabemos que se trata de un alienígena ocupado en la penosa odisea de encontrar un medio para retornar a su distante planeta. Por otro lado esta historia también tiene un detective en la persona de Ralph Staunton, un científico cincuentón, que se toma el trabajo de hilvanar una historia coherente que relaciones todos los indicios dejados por el alienígena. Sin embargo no es Staunton quien elabora la hipótesis que explique el misterio, sino su "asistente" la señorita Amanda Talley, una solterona , al estilo de la Miss Marple de Ágata Christie, muy aficionada a la ciencia ficción.


Como relato de ciencia ficción el libro describe la naturaleza y los fines de una criatura dotada de una inteligencia sumamente evolucionada, pero carente de cualquier noción ética.Esta idea, anteriormente desarrollada por H.G Wells en "La Guerra de los Mundos", adquiere ribetes macabros en manos de Fredric Brown, cómo se percibe cada vez que se describe un crimen cometido por el extraterrestre. Tal vez el autor pretendió ensayar aquí un retrato del asesino perfecto.


Obra amena, y de fácil seguimiento, es la base del guión de la película "The Hidden" ( "Lo Oculto"), filmada en 1987 y que tuvo como protagonista a Kyle McLachlan (el Paul Atreides de "Dune",dirigida por David Lynch). "La Mente Asesina de Andrómeda" es un ejemplo de que las divergencias entre los géneros son más aparentes que reales.Después de todo un tema siempre puede llevar a otro.

sábado, 22 de febrero de 2020

DOS TIPOS DE CUIDADO.




Según el contexto  del documental “El hombre que vio el mañana” ( 1981) , basado en las profecías del vidente francés Michel de Nostradamus (1503-1566) presentado por un maduro y ya barbudo  Orson Welles ( sí el mismo que asustó a los Estados Unidos de 1936 con una emisión radial de la novela  “La Guerra de los Mundos” escrita por el británico Herbert George Wells en 1898 ) Napoleón Bonaparte y Adolf Hitler, dos de los dictadores más nefastos y  conocidos entre los lectores de historia contemporánea serían los “anticristos” que precederían al surgimiento de un tercero y definitivo “anticristo” , de origen árabe, que no tendría miramientos en conducir a la humanidad hacia una catastrófica, y siempre temida, Tercera Guerra Mundial.

Pero más allá de los juicios de valor que estos personajes históricos puedan suscitar a causa de sus  ulteriores acciones, se puede establecer entre ambos ciertos paralelismos de carácter fáctico que fortalecen el vínculo entre estos dos huracanes políticos que, con un siglo de diferencia, consiguieron trastornar el mapa de la Europa que conocieron.
Así pues tanto el Emperador francés como  el Fuhrer alemán lograron establecer, en su momento, un fuerte pero efímero  dominio sobre los demás estados del continente europeo.
 Ambos tuvieron que enfrentar  grandes coaliciones militares que consiguieron abatir los imperios que habían construido para beneficio propio y de sus países de adopción, puesto que ni Napoleón ni Hitler nacieron en los países que llegaron a regir.
Y ambos encontraron en Rusia un duro escollo para los ejércitos que respaldaban sus ambiciones imperialistas.
Asimismo ambos tuvieron aficiones que los acompañaron durante toda su vida: en el caso de Hitler, la pintura, y el  de Napoleón, el ajedrez, aunque no llegaron a destacar en ellas tanto como lo harían en el ámbito político y militar.
Napoleón fue un gran enamorado de este complejo y bello juego que llegó a Europa de mano de las invasiones islámicas que tuvieron lugar en el siglo VIII de la Era Cristiana, y aunque nunca llegó a ser un jugador suficientemente competente a la hora de manejar los trebejos sobre el tablero escaqueado, jamás perdió la pasión que lo impulsaba a acudir al Café de la Regence, en París, un lugar donde se practicaban varios juegos de mesa entre ellos el ajedrez, cuando todavía era un joven teniente del ejército revolucionario francés.
Aunque se conoce el texto de varias partidas supuestamente disputadas por Bonaparte , el venerable Gran Maestro ruso Yuri Averbach, una autoridad competente en el campo de la historia del ajedrez las considera en su mayor parte  apócrifas y fruto de la imaginación de Pierre de Saint Amant, un fuerte maestro francés de la primera mitad del siglo XIX, con el fin de enaltecer la memoria del para entonces fallecido  Bonaparte.
Las únicas partidas que se han salvado de esta feroz criba fueron  las tres la que el emperador disputó, en el palacio de Schönbrunn contra el famoso autómata ajedrecista “El Turco” ( una supuesta  máquina ajedrecista, y  un lejano precursor de los programas que actualmente juegan al ajedrez con la fuerza de un maestro) en Viena, capital del Imperio Austríaco, allá por 1809, poco después de haber batido al ejército de los Habsburgo  en el campo de batalla de Wagram.
Por desgracia para el Emperador, su precaria técnica de juego no le permitió ganar ninguno de los encuentros contra la “máquina” ( se cree que Bonaparte fue vencido por un experto ajedrecista austríaco oculto dentro de la misma, el maestro Johan Allgaeir)
 Se cuenta que su frustración fue tanta que llegó  a tumbar las piezas de un manotazo después de perder tres veces seguidas ante el impasible “Turco”
De este modo, y quizá sin quererlo, Allgaeir vengó sobre el tablero, y de manera incruenta, la reciente derrota de las tropas austriacas en la llanura de Wagram.
 Casi cien años después, Viena fue escenario del episodio de la vida de otro hombre que también  llegó a manejar las riendas de Europa, aunque esta vez fue la pintura la que aportó el trasfondo de la situación.
En 1908 el joven súbdito austriaco Adolf Hitler  todavía soñaba con hacerse una carrera en el mundo artístico de la  urbe que por entonces era la capital de la monarquía dual austro húngara. Para lograr su sueño Hitler pretendió ingresar, por segunda vez, a la Academia de Bellas Artes de Viena, lamentablemente para el futuro dictador, después de dos días sus examinadores consideraron que su arte no era suficientemente solvente en el campo del dibujo, y le aconsejaron dedicarse a la arquitectura, cosa para la cual no reunía los requisitos suficientes pues había abandonado la escuela sin terminar sus estudios de bachillerato.
Pese al rechazo Hitler continuó dedicándose a la pintura como un precario medio de subsistencia (pintaba paisajes y postales)  en la ciudad del Danubio Azul hasta que en 1913 decidió emigrar a Munich para evitar ser reclutado por el ejército austrohúngaro, ahí le sorprendió el estallido de la Gran Guerra, y también tomó la decisión de enrolarse en el ejército bávaro que unido al alemán partiría rumbo a Francia para invadirla. 
Aun así, el cabo austríaco continuó dando trabajo a sus pinceles durante los ratos libres que le dejaba su participación en la lucha, mientras tanto su valentía ante el fuego le valió la obtención de una Cruz de Hierro de Primer Orden.
Terminado el conflicto, Hitler continuó pintando a la par que desarrollaba su conocida carrera política. Se sabe que abrigaba la esperanza de dedicarse a la pintura por entero cuando diese una solución satisfactoria a la “cuestión polaca” en función a los intereses de la Alemania Nazi.
Su pincel produjo tantos cuadros ( se estima que más de dos mil) que cuando acabó la Segunda Guerra Mundial una buena porción de ellos fue requisada por el Ejército de los Estados Unidos,  y otra acabó en manos de coleccionistas privados que ya en la primera década del siglo XXI han empezado a poner en venta las obras del Fuhrer en las casas de subasta europeas.
 Prueba de ello es la venta que en noviembre de 2014, realizó  una casa de subastas alemana a un coleccionista privado oriundo del Medio Oriente el cual pagó por una acuarela pintada por Hitler  la friolera de 130,000 euros, superando largamente los 32,000 euros que otro coleccionista pagó, dos años antes, por una marina, también obra de Hitler, a una casa de subastas eslovaca.
Hay quienes haciendo un poco de historia contrafáctica, especulan que si Hitler hubiese sido admitido por la Academia vienesa no habría ni a la guerra ni  a la política y por ende Europa se hubiera ahorrado el calvario de padecer una nueva guerra , pero el caso es que si esto hubiera sucedido tal vez estas  pinturas y acuarelas ( las cuales según los expertos evidencian un desapego hacia la figura humana, amén de una esencialísima “tristeza espiritual” del autor)  no tendrían el valor que tienen entre los coleccionistas en función a la nefasta notoriedad que Hitler se ganó en la historia universal.

viernes, 21 de febrero de 2020

LOS REYES DE LAS ESTRELLAS




Durante la era del pulp, la space opera, o novela de aventuras espaciales conoció un notable auge en el ámbito de la ciencia ficción norteamericana. A grandes rasgos la space opera concebida entre los años 30 y 40 del siglo XX preconizaba una apoteósica visión del futuro. Un futuro en el que la supremacía tecnológica de la especie humana aparecía dominando el cosmos. Sin embargo, esta expansión, equivalente a la iniciada por los europeos del siglo XVI, era tratada por los autores entonces en boga bajo la premisa de un romántico retorno a la edad de los imperios y monarquías.

En setiembre de 1947, Edmond Hamilton (1904-1977), uno de los autores más emblemáticos del período pulp, comenzó a publicar en las páginas de la revista Amazing Stories, un folletín que alcanzaría la categoría de hito en este sub-género. La novela, bautizada con el bello título de LOS REYES DE LAS ESTRELLAS (THE STAR KINGS, 1947) merecería, años después, el honor de una secuela publicada bajo el título más prosaico de RETORNO A LAS ESTRELLAS (RETURN TO THE STARS, 1964).

LOS REYES DE LAS ESTRELLAS, primera entrega del mencionado díptico, relata la historia de una insólita suplantación que trasciende los confines del tiempo y del espacio. John Gordon, un modélico empleado contable hastiado de la monotonía de la oficina, decide aceptar la asombrosa proposición de Zarth Arn, príncipe del Imperio de la Galaxia Media, y reputado científico de aquella remota era, para intercambiar sus mentes durante un breve período de tiempo que Zarth Arn aprovecharía para estudiar el siglo XX. Lamentablemente para Gordon su insólita experiencia coincide con una coyuntura bastante adversa para el Imperio, puesto al borde de una conflagración con la Liga de los Mundos Sombríos, dominada por el belicismo de Shorr Kan, su caudillo. De ahora en adelante Gordon, preso de un cuerpo y de una vida que no le pertenece, deberá sortear con mucha cautela, arrojo y temeridad todas las celadas que Shorr Kan ha urdido para apropiarse del Disruptor, el arma suprema del arsenal imperial, un arma cuyo manejo sólo era conocido por los hijos del asesinado emperador Arn Abbas. Después de muchas peripecias, Zarth Arn-John Gordon consigue escapar del asedio de los secuaces de Shorr Kan, y ya nombrado Regente por su hermano el joven emperador Jhal Arn, logra derrotar en una épica batalla espacial a la Flota de los Mundos Sombríos, empleando el poder aniquilador de aquella arma cuya naturaleza hasta entonces desconocía. No entendía -narra Hamilton - todavía, ni entendería nunca, el método científico que lo regía. Pero el efecto era visible ante sus ojos. El disruptor era una fuerza que destruía, no la materia, sino el espacio. Todo esto apareció en la mente de Gordon durante un segundo, y súbitamente sintió miedo.

La cuota romántica es aportada por Liana, la bella princesa de Fomalhaut, que apasiona el corazón de Gordon desde su primer encuentro en el fastuoso Salón de las Lunas. El vínculo entre ambos motiva las escenas más emocionantes de la novela, como aquella en la que Gordon lucha con los monstruosos hombres de hule que habitaban un recóndito planeta de la Vía Láctea para salvar a su amada del apetito antropófago de aquellos repulsivos mutantes. Con la Nebulosa sometida, y Shorr Kan suprimido, Gordon puede retornar a la Tierra para recuperar su antiguo cuerpo. Cuando Gordon vuelve en sí nuevamente, se encuentra otra vez en la ciudad de New York, a mediados de la pasada centuria, y con la gran nostalgia de haber vivido una fascinante pero increíble aventura.

LOS REYES DE LAS ESTRELLAS es una fantasía un tanto naif, pero escrita para un público adulto que alude subliminalmente a ese secular anhelo de quebrar el marasmo citadino creado por la vida moderna. En efecto, esta pulsión de retar al destino, propia de la épica helénica, es la pauta seguida por el caballeroso y leal Gordon en aquel mundo futuro, que paradójicamente tiene mucho en común con el pasado medieval, una era, al parecer más proclive a estimar el heroísmo individual que nuestra acelerada postmodernidad

© Rubén Mesías Cornejo, 30 de septiembre de 2002.

sábado, 15 de febrero de 2020

VICTORIA SOBRE LOS ACANTILADOS DE DOVER.

Petrogrado ardió por los cuatro costados, como una vasta pira funeraria, que anunciaba al mundo la  espantosa muerte de dos millones de rusos junto a la regia persona de su soberano, quien pereció calcinado entre las paredes del Palacio de Invierno, poniendo al Imperio ruso contra las cuerdas y  demostrando a toda Europa el desmedido apetito de victoria que alienta cada uno de los actos del Kaiser.


Aunque pareciera  increíble que un solo avión y una sola bomba fueran los causantes de semejante catástrofe, el suceso era cierto y significaba que  las Fliegertruppen del Kaiser  podían golpear de manera decidida el mismo corazón de Inglaterra, antes de ajustar cuentas  definitivas con Francia, su más enconado enemigo terrestre.

La terrible nueva provocó una oleada de pánico entre los lectores los periódicos franceses, belgas y neerlandeses, y como era de imaginar  la propagación de esta noticia no podía obviar las portadas del Daily Herald y otros tabloides ingleses , y más aún cuando nuestro valiente compatriota Sir George Summerscale consiguió escapar milagrosamente de los efectos de una que aquellas bombas arrojadas sobre  en un campo de batalla situado en la torturada geografía de la Prusia Oriental.


Mientras tanto, la inminente incursión alemana encontraba al Royal Flying  Corps totalmente inerme para contrarrestarla, pues el Corps todavía no disponía ni de aviones, ni de pilotos de caza entrenados para tripular estas novísimas aeronaves; pero el problema fue solucionado sobre la marcha por la oferta de poner a disposición de la defensa metropolitana a los modernos aviones de caza que Summerscale  había encargado a los talleres de la Boulton Paul, con el fin de renovar el parque aeronáutico que estaba basado en los hangares del destruído “Warspite


Para decirlo  en síntesis, sir George  en un arranque de absoluto patriotismo se ofreció a interceptar con su propio escuadrón de cazas  la incursión de bombardeo que la mente enfermiza del Kaiser había planificado para achicharrar Londres y a su propio primo el rey George dentro del palacio de Buckingham.  


Es más, la  imaginación popular considero a Sir George y a sus pilotos en como si fueran los protectores de la ciudad del Támesis ante una amenaza tan apocalíptica, y se convirtió en un artículo de fe profesar la firme creencia que esos cazas encargados a la fábrica de Boulton Poul, y las ametralladoras manufacturadas por la Vickers darían cuenta de cualquier cosa que los alemanes osaran poner en el cielo rumbo a Londres, puesto que la construcción de su nave nodriza: el Warspite 2 todavía demoraría un poco más que la de los monoplanos.


Al margen de  esto, para sir George  las verdaderas cartas del triunfo  estaban en los expertos pilotos que seguían su bandera, auténticos ases curtidos en los combates contra la aviación mercenaria que había  contratado el oro ruso para respaldar a su numeroso ejército de tierra el cual por ahora respeta un tenso armisticio después de los estragos ocasionados a Petrogrado por la bomba germana.


Ahora bien, ha pasado casi un mes desde este suceso, y los valientes aviadores comandados por sir George  han conjurado la amenaza alemana, haciendo realidad el rotundo titular que encabeza esta vibrante nota titulada: “Victoria sobre los acantilados de Dover”.

  La alegría de los londinenses es palmaria, pues se han salvado por un pelo de padecer las llamas del infierno en sus propias carnes; pero su curiosidad es igual de grande que su alegría y desean  desea saber qué sucedió durante la batalla, y nadie mejor que Sir George para relatar esta hazaña tan épica para nuestros fieles lectores.


“ Nuestros acuciosos espías en Berlín informaron oportunamente que el alto mando de las Fliegertruppen  habían dispuesto el traslado de cinco  escuadrillas de R-planes   (aviones gigantes)  los cuales despegaron de Tempelhof rumbo al puerto de Hamburgo. En total veinte R-planes  arribaron al aeropuerto de la antigua  ciudad hanseática para participar de la operación que pretendía borrar del mapa a nuestra querida City


“ En aquel aeródromo , los aviones recibieron las bombas, la munición y sobre todo el combustible que les permitiría tener la autonomía para afrontar las diez horas de vuelo que median  entre ambas ciudades, y quedaron listos para emprender la misión que según los cálculos del Kaiser pondría a Inglaterra de hinojos, y todo sin la canónica declaración de guerra que se estila entre las nacracionesiones civilizadas”


“ El Royal Flying Corps nos prestó el aeródromo de Biggin Hill, situada al sur de Londres,  como base de operaciones para que nuestros veinticinco monoplanos Boulton Paul, se dispusieran  a atacar a los gigantescos triplanos germanos apenas estos abandonaran  el espacio aéreo neerlandés y empezaran a sobrevolar las aguas del Mar del Norte”


“ Y eso lo sabíamos gracias a un supersensible aparato eléctrico instalado en un destructor de la Royal Navy, capaz de detectar las vibraciones que emitían los motores que propulsaban a los triplanos enemigos, un mecanismo similar al que usado por nuestros agentes en Alemania para informar sobre la ruta de autotraslado de los bombarderos”


“ Nuestras escuadrillas de monoplanos despegaron de Biggin Hill en medio de la algarabía del personal de tierra, quienes confiaban haber hecho un buen trabajo probando el mecanismo de sincronización de las ametralladoras Vickers , y almacenando la munición que tales armas disparaban en las tolvas correspondientes”


“Gracias a la transmisiones emitidas desde el destructor pudimos saber que la formación alemana  se encontraba a pocos kilómetros de Dover, es decir que le faltaba muy poco para volar sobre cielo inglés, y eso era algo que nuestro patriotismo y afán de supervivencia nos impedía permitir. Los enormes triplanos tenían que ser abatidos sin misericordia sobre el Mar del Norte, pues seguían las órdenes de un Kaiser inhumano y fratricida, y además portaban armas terriblemente destructoras “


“ Mi avión rugía justo en el vértice de una letra uve invertida, a mi costado volaban tres aviones más cuyos motores también trabajaban a plena potencia y se dirigian para atacar la formación alemana por uno de sus flancos.  Vimos la enorme dimensión de los aparatos que nos disponíamos a derribar por el bien de Inglaterra y de toda Europa, y el entusiasmo de estas haciendo las cosas bien nació en el corazón de todos mis muchachos”


“ En ese instante advertí que si bien teníamos enfrente a una formación de aviones R, estos no eran precisamente los que teníamos que derribar, se diferenciaban en un detalle importantísimo: no cargaban bombas y tenían un mayor número de ametralladoras distribuidas a lo largo de la célula, las cuales  abrieron fuego apenas establecido el contacto visual con nuestros cazas: eran verdaderas fortalezas volantes destinadas a proteger a los auténticos bombarderos”


“ Enfoque la mira de mi Vickers sobre uno de los motores montados sobre el plano intermedio de la “fortaleza” enemiga, estaba justo a tres mil metros de distancia  del monstruo, casi podía distinguir el camuflaje hecho a base de rombos policromos que cubría el delgado fuselaje de la aeronave ; entonces apreté el gatillo  y las balas de mi Vickers partieron raudas a través del aire  con ganas de causar el mayor daño posible al motor que propulsaba a la máquina”


“Los casquillos de las balas ya disparadas se derramaron como una cascada acerada hacia los costados del morro que contenía el motor de mi monoplano de cabina abierta, y deje de presionar el gatillo para no desperdiciar disparos. En ese momento advertí que una estela de humo negro brotaba de aquel motor, lo cual indicaba que  mis disparos habían hecho blanco; inmediatamente el inmenso triplano empezó a perder altura pero siguió volando, dejando un hueco en la formación defensiva que cubría los flancos de los bombarderos”


  “ En eso uno de mis pilotos, el joven Anthony Sandridge decidió cubrirse de gloria, y siguió el descenso del triplano herido, decidido a rematarlo con la potencia de su rabiosa Vickers, por todo eso su monoplano Boulton Paul cargó contra los motores de estribor del gigantesco avión alemán que poco a poco ya se acercaba al mar”


“ Para su mala suerte las Spandau   que cubrían ese sector del avión no estaban de acuerdo con tal designio negativo, y abrieron fuego acribillando al temerario piloto en que había pretendido firmar la destrucción de aquel enorme aparato ya tocado por mis balas. En instante ví una segunda estela de humo negro que se entrevero con la que brotaba del avión gigante por un rato; mientras el caza de Sandridge,  giraba sobre su propio eje con su piloto ya muerto camino a estrellarse con el mar”


“ A pesar de su estupidez decidí homenajear al muchacho, llevándome  el canto de la mano a la frente para hacer un breve saludo antes de proseguir el combate !Pobre Anthony ! extrañaremos  mucho sus bromas en la cervecería.”


“ No había más tiempo que perder, y menos por un insensato como Sandridge; el combate proseguía  y ambos bandos daban y recibían a partes iguales; y si bien habíamos conseguido abatir ocho “fortalezas” enemigas  a cambio de quince aviones nuestros, obligando a los alemanes a reconfigurar la posición defensiva de las mismas, ninguno de nuestras arremetidas había conseguido tocar los triplanos que si cargaban aquellas bombas tan letales”

“ Habíamos perdido más de la mitad de nuestros efectivos intentando vulnerar las paredes del “cuadro” que protegía al núcleo de la formación , y me quedaban diez aviones exactamente para llevar la misión a buen puerto. La munición se nos agotaba y también el tiempo, pues ahora estábamos tan cerca de Dover que podíamos divisar la albura de sus acantilados”


“Pensé con toda la rapidez que exigía la situación. Mi posición era desesperada y tenía que hacer un movimiento audaz que me otorgara la ventaja que tanto había perseguido, y que ahora parecía esquiva. Alce la mirada y vi un montón de nubes arracimadas por encima de los bombarderos alemanes que pretendiamos destruir . La presencia de aquellos copitos de algodón gaseosos me dio una idea que si funcionaba nos daría la victoria que soñabamos nosotros y todos los londinenses”.


“ Encendí la radio de a bordo, y comuniqué a mis pilotos la orden de ganar altura, en los altímetros de nuestros aviones se registró la subida, y en unos minutos la escuadrilla que seguía mis órdenes estaba situada varios metros por encima de los bombarderos germanos, lejos del alcance de las Spandau encargadas de protegerlos”


“Por un momento mis cazas atravesaron la capa nubosa que pendía sobre los grandes triplanos rivales, quedamos rodeados por breves jirones de niebla multicolor que refractaban la luz del sol que estaba detrás, y durante unos minutos volamos ocultos dentro de esas nubes, y paralelamente a los aviones alemanes. La señal para volver a la carga sería cuando estuviéramos volando sobre los acantilados de Dover, entonces sería el momento de emplear  un arma mucho más insidiosa que los proyectiles de las Vickers que llevábamos a bordo”


“ El scout lanzado por la catapulta del destructor de la Navy nos transmitió un mensaje avisandonos que los alemanes ya volaban sobre el lugar antes indicado; el momento de salir de las nubes había llegado. Y aparecimos sobre las cabezas de los artilleros alemanes como si fuéramos verdaderos demonios del aire,  otra vez aquellos hombres echaron mano de sus ametralladoras y volvieron a disparar sobre nosotros confiando en matarnos en la carlinga o en acertar sobre algún depósito de combustible para incendiar al aparato”


“  A continuación accione una pequeña palanquita de mi tablero de control, y liberé una lluvia de púas de metal que cayeron sobre los alemanes como las flechas que oscurecieron el sol para los espartanos, allá en las Termópilas.  Mi ejemplo fue seguido por el resto del escuadrón, y las flechettes atravesaron no solo los cuerpos de aquellos infelices dejandolos como unos esperpénticos émulos de San Sebastián;  sino también el revestimiento de tela de aquella máquina tan frágil como aparatosa que ahora navegaba sin rumbo camino a su perdición, junto con las malditas bombas que transportaban”.


Nuestro tiempo con Sir George ha concluido, y el héroe de toda Inglaterra debe irse para conferencias con otros medios, a quienes le dará una versión más resumida de la hazaña que han conseguido él y sus valientes pilotos.






















Bristol en la Batalla de Chulmleigh.

    1-Anhelo de muerte.   George Rogers quería matar soldados ingleses.   Era un deseo primitivo y bestial, era como si hubiera nacido odi...