viernes, 14 de febrero de 2020

MORFOLOGIA NOCTURNA

Mientras contemplaba el ocaso Jonás tuvo la impresión de que la realidad se había tornado endeble como una costra reseca. Impelido por el asombro volvió sobre sus pasos para comprobarlo, con esa idea en la mente  hundió su magra figura en la penumbra de aquel crepúsculo desolador, y principió a oír miles de voces surgiendo de todas partes con tal  intensidad que sintió  pavor hacia las cosas  que lo estaban  rodeando.
De repente, una masa luminosa se desprendió del firmamento y empezó a orbitar  a su alrededor, aquel fenómeno inaudito le sirvió para comprobar que había ingresado a una senda que lo apartaba definitivamente de todo lo que había conocido antes. Así, conforme se adentraba en aquel terreno observo, con estupefacción, como la naturaleza empezaba a perder simetría y proporción como si una fuerza externa estuviera desvirtuando su aspecto. Y como para completar aquel espanto, el mundo que tenía enfrente se transfiguro en una imagen sobrecogedoramente prehumana.
Después de unos minutos, un deslumbrante efluvio de energía se desprendió de la minúscula esfera que le seguía, y penetró en su mente asumiendo la forma de una voz que prometía otorgarle un don portentoso a cambio de una sumisión absoluta a sus designios. De inmediato, Jonás sintió que una sensación bastante placentera, y semejante al orgasmo, se difundía por todo  su cuerpo como si la ebriedad que lo había invadido estuviera ablandando su resistencia.
Desde ese momento, Jonás comprendió que se hallaba en un mundo regido por la omnipotencia de una deidad que se complacía en ejercitar el arte de la tortura. En efecto, la voluntad de aquella entidad propicio la génesis de una criatura protoplasmática que apareció en lontananza reptando con la parsimoniosa lentitud de una asquerosa babosa, la cual  cuando estuvo cerca se arrojó sobre el con la intención de asimilarlo. A toda prisa,  empezó a correr buscando eludir el acoso de aquel descomunal depredador, sin embargo cada segundo que pasaba aquella aberrante criatura parecía acercarse más y más.
Y entonces percibió que su cuerpo se desintegraba en un millón de moléculas que el poder de la deidad recompuso en otra parte de aquel mundo.
Apenas recupero la conciencia, Jonás fue obligado por la entidad- que lo había capturado-a ejecutar una serie de  genuflexiones que reafirmaban su condición subordinada, sin embargo pese a la humillación sufrida  todavía conservaba su voluntad de resistir alojada en algún páramo neuronal que permanecía ajeno a la intrusión de la  deidad.
De esta manera  fue conducido, de tropiezo en tropiezo, hasta que su peregrinaje le condujo ante los reverberantes tabiques de un cubículo hecho de neocristal. El brillo que despedía aquella materia translucida consiguió cegar por un momento al involuntario visitante que era el, sin embargo , una vez traspuesto el umbral  no pudo evitar una exclamación que resumía el horror que le inspiraba la quimérica bestia que moraba en el interior de aquel aposento: se trataba de otro ser tan aberrante como el anterior, pero dotado de una serie de pequeñas cabezas que permanecían atentas a lo que pudiera pasar sobre la cambiante superficie de un portentoso obelisco que había emergido del subsuelo como una estalagmita dispuesta a acribillar el corazón del cielo raso.
Enfrentado contra aquella quimera, la fracción de conciencia que todavía dominaba  Jonás se preguntó cuál sería la intención que perseguía aquella entidad para haberlo transportado a ese lugar. Era probable que dicha deidad pretendiera probar su temple para la misión que le tenía reservada., en ese momento una imagen grandilocuente, una mixtificación tal vez, arribo a su memoria, y se percibió como un epígono del profeta hebreo que también había llevado su nombre, pues así como el antiguo Jonás permaneció cautivo en el vientre de la Gran Ballena durante tres días, nuestro Jonás se encontraba preso dentro de un mundo que era completamente extraño a su comprensión. La imagen describía con precisión su condición de secuestrado, pero no le daba mayores luces al respecto así que decidió dejar de lado su cavilación para desafiar el acoso de aquella legión de ojos telescópicos que dotaban de percepción a la gris aglomeración de células que tenía enfrente.
De inmediato, el cerebro de Jonás empezó a captar las órdenes que la deidad le enviaba a través de aquella criatura, y se dio cuenta de que permanecía sojuzgado. En un acto de incipiente rebeldía  se cubrió el rostro demudado por el horror de saber que se estaba convirtiendo en un instrumento en manos de aquella entidad distante.
Pero su temor le duro poco, y se animó a abrir los ojos para ahuyentar el miedo como si fuera un macabro fantasma que le impidiera ejecutar la tarea que le habían impuesto: sondear el tropel de pensamientos que estaban llegando a su mente. Su trabajo era captar la dirección que adquirían dichas ideas, para modificarlas sobre la marcha asignándoles un nuevo contenido que variaba por completo la existencia de las personas que decepcionaban su transmisión. Y aquel imponente obelisco alrededor del cual pululaban aquellas morfologías aberrantes era el dispositivo que le servía paras diseminar un nuevo credo en el mundo del hombre.
Sin embargo, su afán de rebelarse permanecía incólume, y la deidad se veía obligada a desalentar sus deseos administrándoles, de vez en cuando, una considerable dosis de dolor que hacia estremecer su cuerpo cada vez que intentaba apartarse de su tares ante el obelisco. Y así,  continuo ejerciendo, a su pesar, su forzado papel de seductor de conciencias conduciendo a millones de seres al esquema de posibilidades prevista por la deidad que lo estaba esclavizando.
Poco a poco, la presión de aquella mente exógena ejercía sobre el empezó a menguar en la medida que el mundo del hombre quedaba sojuzgado a la voluntad de aquella inteligencia cósmica. A estas alturas, la faz de su planeta de origen se había modificado por completo, y la Tierra  había adquirido la condición de un mundo primitivo habitado por culturas emergentes que estaban escribiendo la historia de nuevo. El remordimiento de haber contribuido a este trastorno, le indujo a intentar la rebelión definitiva ahora que su cerebro había dejado de recibir las transmisiones mentales que emanaban del obelisco. A duras penas,  empezó a alejarse de allí con el propósito de escapar antes de que las circunstancias dejaran de serle favorables. Afuera le esperaba un espacio menos ominoso, un ámbito que su percepción no concebiría como una de las tantas imágenes especulares que lo habían anonadado, y aunque sabía que corría el riesgo de perder la razón, decidió trasponer el umbral que lo había sumergido en esa locura.
Nuevamente aquellas diabólicas criaturas cobraron animación, y empezaron a hostilizarlo como si pretendieran culminar la faena que su creador les había asignado, a pesar de la amenaza, la única intención que existía en su mente  era abandonar, de algún modo, aquel mundo horroroso  aunque su mente estuviera casi al límite de su resistencia.
Entonces, aquellas sombras perversas empezaron a reptar sobre las paredes del cubículo semejando las retorcidas ramas de un árbol milenario, sin embargo no se trataba de seres inofensivos, sino de los vástagos de la criatura poliploide cuyos ojos le habían hipnotizado, y aquella morfología reptante se acercaba lentamente, amenazando con engullir su cuerpo atrapado en medio de aquel templo del horror.
Era evidente que debía hacer algo para rehuir la aniquilación, pero necesitaba concentrarse y reunir todas sus fuerzas mentales para ejecutar una operación de transposición que le permitirás eximirse de la muerte que le habían deparado.
Y Jonás cerro los ojos intentando ubicar la imagen de su cuerpo tridimensional en alguna comarca de la Tierra alejada de la influencia de estas criaturas, en aquel momento le importaba poco perder el acervo de conocimientos que le hacían parte de la humanidad, teniendo en cuenta que esta ya no existía tal como la había conocido, ahora se percibía etéreo e espacial tenia plena conciencia de que la horrible dimensión que lo había albergado carecía del espanto que antes le había inspirado. Desde la lejanía, la eclosión de voces e imágenes que lo habían acosado le parecía una mera simulación, pues sumergido como  estaba, en la cuarta dimensión del universo, le parecía haber hallado el momento ideal  para elegir un nuevo estadio de persistencia.
De esta manera, su mente evoco la imagen de una remota isla del Pacifico meridional, que llevo un nombre místico y ahora cubierta de un suelo infértil que servía de pedestal a una serie de enigmáticas efigies de piedra que contemplaban el océano como si estuvieran conjeturando algo. Poco a poco, la isla se acercaba a él, y su psicoforma empezó a sobrevolar aquel minúsculo trozo de tierra con el deseo de recalar dentro de una de aquellas cabezas silentes.
Un momento después, la percepción de Jonás consiguió asomarse hacia el mundo exterior, y contemplo aquel triste paisaje oceánico, tan pleno de soledad, y se sintió conmovido por la valentía de abjurar de su condición humana para convertirse en el alma de un fúnebre mohai cuya piel se desgastaba bajo la calcinante mirada del sol.
Y ahora sabía que el mohai sería su puerto definitivo, llego a comprender que el juego de las posibilidades le había otorgado, entre  la vastedad de estadios posibles, esta perpetua quietud acorde con el equilibrio que su mente concebía como perfecto, a contrapelo de los deseos de aquella voluntad que había hecho suyo el discurrir de todas las cosas.

2 comentarios:

  1. El terror y la ciencia ficción se encuentran para dar forma a un gran relato; surrealista y perturbador. ¡Muy buen trabajo!

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