lunes, 15 de junio de 2020

EL ATAQUE DE LOS AVIONES SIN PILOTO.

1. Un invento novedoso llega a las manos de Sir George.


Soy George Summerscale y la opinión pública me considera el culpable de que nuestra isla (especialmente la parte oriental de la misma) haya conocido una invasión en regla casi ochocientos cincuenta años después del arribo de las huestes normandas a las playas de Sussex  con el duque Guillermo  a la cabeza. Esta vez el secuaz de otro Guillermo, que para colmo es nieto de nuestra amada y recordada reina Victoria   ha osado hollar con sus botas, y las patas de los horribles monstruos que lo siguen nuestra sagrada tierra cometiendo las tropelías propias de un bárbaro, que para nada sigue las prácticas de la guerra civilizada.



Sabemos que el infame coronel alemán que dirige esta osada expedición ha abandonado sus cuarteles generales en Dover , para instalar sus reales en la isla de Sheppey tal como alguna vez lo hicieron los holandeses. Dicha ínsula se encuentra en la desembocadura del Támesis y no demasiado distante de Londres, creo que no hace falta ser vidente ni zahorí para darse cuenta de que el súbdito de Guillermo está tramando un lanzar un ataque de bombardeo contra la City, no sabemos si con armas convencionales o aquellas terribles bombas que pude ver en acción en aquel campo de batalla sito en las fronteras orientales de Prusia. Como medida de precaución  la Royal Navy ha destruido  el puente ferroviario de Kingsferry que une la isla invadida con la costa oriental de Kent en previsión de una posible incursión terrestre del enemigo.


El caso es que la misma prensa que me ensalzó tanto hace algún tiempo atrás se ha encargado de fomentar una campaña de desprestigio hacia mi persona, presentándome como un inepto ante las masas que compran sus periódicos en los quioscos, semejante propaganda ha evitado que pueda reclutar nuevo personal que reemplace a los que dieron su vida por la patria en aquellos infames túneles donde las extrañas huestes que ese malhadado germano tiene a sus órdenes, pero si bien he perdido un poco el favor del hombre de la calle no ha ocurrido lo mismo con la gente creativa que siempre necesita de un banco de pruebas para demostrar la utilidad de sus invenciones.


Y precisamente gracias a la fértil inventiva de mister Sperry podré tomarme un sabroso desquite sobre la infame mezcla de hombres y bestias que han mellado el orgullo nacional. Gracias a su fantástico giroscopio y al generoso apoyo del Royal Flying Corps he conseguido que se me otorgue el control de una escuadrilla integra de cazas De Havilland con hélice tractora, los cuales me acompañaran en la misión sin necesidad de estar pilotados, los mismos serán los primeros aviones no tripulados que entrarán en acción, lo cual quiere decir que someteré la validez del concepto a su prueba de fuego y arriesgaré mi propia vida para demostrarlo.


Sin duda la innovación  de mister Sperry permitirá ahorrar vidas, aunque en contraparte  el control de toda la misión recaerá sobre mi persona, pero en vez de asumirlo como un trabajo hercúleo me parece que es la oportunidad perfecta para reivindicarme ante los ojos de la opinión pública y los altos mandos militares del Imperio Británico.


Los seis cazas que intervendrán en la operación son convertidos al estándar requerido por las especificaciones técnicas en su fábrica de origen, ahí se enlazaran las superficies de control de los mismos con una brújula y un giroscopio direccional  instalados en el tablero de mandos.Un computador analógico me permite supervisar el proceso simultáneo en todos los aviones que participarán en el ataque, sin excluir el tripulado por mi mismo. 


Mi rutina de entrenamiento consiste en trasladarme a diario al condado de Hendon,para practicar el ametrallamiento de objetivos situados en tierra en el aeródromo que la compañía fabricante posee ahí. Es necesario que me acostumbre a controlar seis aviones al mismo tiempo, y a sincronizar el disparo de las ametralladoras que montan en sus proas  para causar el máximo daño en los hangares y en los cuerpos de los rivales que prestan servicio ahí.


Poco a poco me voy adaptando a la enorme sensación de poderío que otorga manejar esos aparatos como si fueran partes de mi propio cuerpo, y la confianza en lograr el objetivo que me he impuesto aumenta cada vez más. Inglaterra volverá a tener fé en mi.


2- Contacto visual con el objetivo.


Vuelo a cinco mil metros de altitud, que es la máximo techo de servicio que estos cazas pueden alcanzar y no he hallado traza de ningún avión alemán. Eso fortalece mi ánimo y me indica que la incursión del vándalo germano tiene un carácter eminentemente táctico, y que no pretende más que conseguir objetivos puntuales que obviamente debo evitar. Ahora desciendo un poco, es momento de avistar el terreno. Los seis aviones a mi cargo obedecen dócilmente mi instrucción y se comportan con suma eficiencia. lo cual habla muy bien sobre la calidad del sistema y del mantenimiento que los técnicos de De Havilland le han dado antes de embarcarme en esta misión.

La isla es llana y no demasiado extensa, y se despliega  como una vasta llanura verde con pocos accidentes geográficos prominentes, por tal motivo no deberá ser dificultoso dar con los objetivos que debo batir, y más aún cuando sé a ciencia cierta  los alemanes no se han preocupado de ocultarlos mediante alguna elaborada operación de camuflaje. Tanta confianza en su buena estrella no es saludable en ningún comandante a cargo de una fuerza armada sea grande o pequeña, es más ni siquiera ha desplegado globos cautivos en torno al aeródromo para proteger la zona de potenciales ataques aéreos.


La verde continuidad que prosperaba ahí abajo se rompe de repente. La mano del hombre ha intervenido en la naturaleza y no para mejorarla. Unos grandes arcos metálicos se alzan sobre un terreno despojado de verdor, los reconozco claramente: serán las puertas de los hangares que acogerán a los dirigibles enemigos.


De golpe vislumbro el plan del vándalo, y eso me hace cobrar bríos necesarios para emprender el ataque que borrará del mapa a sus pretendidos ejecutantes..Mantengo mi caza en vuelo recto, pero acciono la palanca de mando común y ordenó  a  los aviones que componen al resto de la escuadrilla que desciendan al unísono para ametrallar en rasante todo lo que se ponga al alcance de las ametralladoras Lewis. Mi ira se traducirá en la muerte de los vándalos y sus secuaces bestiales, las ametralladoras abrirán fuego hasta que la munición se acabe y los cañones se recalienten, entonces será el momento de arrojar las bombas que complementarán la faena.


Abajo se desarrolla un espectáculo extraño, veo algo que parece una jaula, y mucha gente a su alrededor formada en filas como si fueran el público de algún extraño espectáculo, pero la estampa no se queda ahí, y mis ojos se topan por vez primera con las bestias que los germanos han llevado consigo. Son de color verde y parecen grandes sapos que van saltando hacia esa especie de gigantesca caja rectangular cuyo contenido desconozco, y  ahora no tengo tiempo de averiguar. Mi tarea es eliminar todo lo que se mueva y manifiesta hostilidad hacia mis gloriosos aeroplanos.


Mis aviones descienden, la tela que recubre las alas cruje por el esfuerzo, las balas empiezan a brotar de los cañones de las ametralladoras, y una oleada de pánico se esparce ahí abajo entre las personas que esa estructura cuadrangular; entonces todos gritan  y buscan refugio en cualquier parte, con ganas de esconderse de la amenaza recién bajada del cielo, es lógico que teman por su vida pues las balas disparadas a mansalva no respetan nacionalidad ni rango. Por tal motivo me veo obligado también a volar a baja altura para  comprobar los daños que se han ocasionado durante la misión.


Una bestia yace acribillada y pegada a los barrotes de la jaula, con la cabeza literalmente agujereada por los proyectiles, más allá vislumbro los cuerpos yacentes de unos cuantos hombres desnudos que también han caído víctimas de proyectiles hechos en Inglaterra, más allá los efectos de la carnicería también se hacen patentes en las bestias verdes de grandes fauces y largos tentáculos que también yacen despedazadas sobre la pista de aviación.


Las balas tienen una potencia destructiva muy grande, desde mi avión me doy cuenta de que me difícil controlar el ametrallamiento desde unas plataformas de ataque remotas y sin visores especiales para controlar el efecto de las andanadas. Veo a un soldado alemán que me apunta con su máuser y abre fuego sobre mí pero los nervios le hacen fallar el tiro y salgo ileso del ataque. El no tiene tanta suerte, y la ráfaga multifuego de otro  De Havilland lo acribilla haciendo que su cuerpo literalmente estalle en pedazos.


A pesar de la sorpresa, la resistencia de los alemanes es empecinada, no tienen ametralladoras pero los que siguen abriendo fuego contra mis aviones con sus fusiles de cerrojo, mientras que el oficial  que los comanda se sirve de una pequeña máquina dotada de un teclado que manipula nerviosamente  al parecer sin un objetivo claro.


De pronto una de aquellas  bestias extiende unos de sus asquerosos tentáculos y atrapa a uno de mis aviones como si fuera una mosca vagabunda. La fuerza del tentáculo entra en conflicto contra la potencia del motor, lo siento en mi propia carne. Mi avión ruge y quiere escapar, pero el vigoroso tentáculo no lo permite y lo oprime cada vez más hasta descoyuntar el aparato, y reducirlo a una pura ruina.


He perdido un avión, la munición se está agotando y esas bestias de largos brazos están demostrando para que sirven esas extensiones carnosas que les cuelgan como si fueran grandes látigos. ¿ Debo continuar el ametrallamiento o lanzar las bombas para provocar una destrucción mucho mayor?


Todavía quedan balas, y tengo ganas de vengar el avión que me han derribado de manera tan artera. Y esta vez yo mismo participaré con mi aparato en las pasadas de ataque. Los alemanes advierten que los aviones  retoman la ofensiva, y se parapetan detrás de la jaula donde habían encerrado a los hombres desnudos que asesine sin querer. El oficial que mencione antes vuelve a oprimir las teclas de su aparato con más énfasis y las bestias de brazos tentaculares vuelven sus cabezas hacia el cielo esperando mientras sus grandes ojos parecen bailotear dentro de sus cuencas.


He decidido encabezar el ataque y apunto mi ametralladora contra aquel oficial, ya no me cabe duda de que manipula una máquina capaz de manipular a esas horribles bestias verdes, Si lo mato conseguiré una victoria moral  sobre los alemanes que todavía resisten y restañare el honor inglés..


Las abominables bestias parecen disponerse también para la batalla y principian a desplegar sus pulsátiles extremidades. No me preocupo, he decidido que el resto de mi escuadrilla se ocupe de ellos.


Mi dedo casi está sobre el gatillo, la rafaga multifuego brotará pronto y libraré a Inglaterra del vándalo que ha osado invadirla, siento como el viento choca frontalmente contra mi cara semi descubierta mientras ruge a plena potencia y mi dedo ha liberado la furia de las balas, y esa cancion mortal  parece instalarme en la gloria, sin embargo algo detiene a mi máquina en mitad del aire.


Seis tentáculos verdes se han enlazado alrededor del fuselaje de mi De Havilland  y loa sacuden con fuerza fracturandolo  por todas partes, la cola, el motor y las alas se desprenden dejándome sentado en medio de una carlinga desde la cual ya no puede controlarse absolutamente nada. Los soldados tocados con  pickelhaubes se acercan blandiendo sus máuseres. Me he convertido en prisionero del tirano que vine a vencer.

































5 comentarios:

  1. ¡Qué final! Excelente relato, lleno de acción... Espero la próxima entrega con ansias.

    ResponderEliminar
  2. Tiene un desarrollo que te aisla en mitad del fuego cruzado, creo que es el mayor logro cuando de escribír batallas aéreas se trata. El giro le da profundidad que abre a más preguntas que naturalmente invitan a esperar qué pasa después con el piloto.

    ResponderEliminar
  3. Interesante--me recuerda pasajes de I Biplani di D'Annunzio,(Premio Urania 1995 de la ciencia ficcion italiana)del lamentado Luca Masali, que tambien era apasionado de la aviacion de la Primera Guerra Mundial.

    ResponderEliminar
  4. En esa vena, (monstruos interviniendo en las Guerras mundiales) tambien la trilogia El Orgullo de La Armada, del colega espannol S. Sardon. Veremos como continua la saga...

    ResponderEliminar
  5. Hola, Rubén. Me gustó. Es bastante ágil. Lo único que no comprendo es la dimensión, la altura de esos tentáculos que mencionas. Me desubiqué un poco ya que mencionas una especie de sapos y luego aquel montón de tentáculos. ¿Qué distancia pueden alcanzar si el avión va alto y el tamaño? Cuestiones de lector, nada más.
    Me parece un magnífico inicio de historia.

    ResponderEliminar

Bristol en la Batalla de Chulmleigh.

    1-Anhelo de muerte.   George Rogers quería matar soldados ingleses.   Era un deseo primitivo y bestial, era como si hubiera nacido odi...