jueves, 16 de abril de 2020

EL PRIMER VUELO


  
Hoy a primera hora contemplé el mar desde lo alto del acantilado, sentí su aliento en mi cara, y percibí su rugir en mis oídos; todo él parecía estar bramando con furor, y su voz reverberaba por toda la cueva como un reclamo eterno que me enfada un poco.
 Mis padres quieren que haga uso de mis alas y vuele por vez primera, dicen que el abismo me llama, que junto al viento es nuestro amigo, y que los alados no podemos recorrer una senda mejor que esa, pues estamos hechos para adivinar los sutiles caminos que existen en el viento, y que me estoy perdiendo la oportunidad de hallar el mío mientras permita que el miedo gobierne mis actos.

 Sé que tienen razón, pero mi carne conserva el recuerdo de un miedo pretérito y antiguo que corroía a los hombres cuando no tenían alas, pero soy un atavismo joven que guarda la esperanza de cambiar, de ser igual o mejor que ellos. 
Todos me alientan a hacerlo, sus voces son las manos que me impulsan a encaminarme hacia la salida de la cueva para enfrentarme al abismo, a mi propio destino, y avanzó hacia aquella entrada por donde entra el sol, ellos dicen que es momento de resarcirme por todo el tiempo que he perdido andando como un bípedo, en vez de aprovechar mis alas plenamente. 
Estoy frente al abismo, el velo de niebla se ha disipado por entero, el sol llena con su resplandor la bóveda del cielo, el mar ruge debajo de mí y sus olas peinan una y otra vez aquella cabellera líquida. Sé que nadie me empujará, pero me siento como aquellos hombres que los piratas echaban al mar. 
Vuelvo la mirada, todos me sonríen y me alientan a ser como ellos, a compartir la experiencia común y ser feliz como ellos lo son.Pero eso es algo que yo debo averiguar por mí mismo, hay muchos signos aleccionadores en torno mío, pero quiero hallar muchos más antes de decidirme a volar, en eso veo unas gaviotas alegremente volando sobre las olas concéntricas, sus formas gráciles se acercan y se alejan armoniosamente, mientras sus picos se tocan amorosamente .
No necesito más, la naturaleza me llama a ocupar mi lugar en ella; por eso agitó mis alas y emprendo una breve carrera para conquistar ese abismo al que ya no temo.  



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