sábado, 7 de marzo de 2020

LA ULTIMA FUGA DE ALAN

Alan García fue siempre un hombre polémico que destacó tanto por la magnitud de su cultura como por la desmesura de sus decisiones. Acostumbrado a estar siempre bajo el ojo público y a salir airoso de las investigaciones que pretendían meterlo preso, regresó al Perú a fines del año pasado para seguir ofreciendo esa imagen de un hombre que lucha para sacarle lustre a su condición de inocente colaborando con la investigación de los fiscales, pero la orden que le impedía abandonar el Perú fue el principio del jaque mate que los implacables fiscales habían planeado para él.

 No sé si estos actúen pensando en la trascendencia de lo que hacían, pero lo cierto es que la detención del ahora suicida caudillo aprista era algo anhelado por medio Perú desde hace más de un cuarto de siglo, pues como bien dijo Olivera,el tenaz cancerbero del muerto, este representaba la impunidad y le había sacado la vuelta a la justicia merced a la poderosa influencia que había ganado ejerciendo el poder, pues García fue un hombre que se embriago hasta hartarse de las facultades inherentes al cargo que ostentaba: durante décadas se sintió intocable pero el transcurrir de los años y el natural cambio de rostro que esto entraña fue menguando la influencia de este dinosaurio político en este sector del Estado.

 El miércoles ultimo Alan Damián, también llamado Caballo Loco, decidió matarse antes que pasar por la "ignominia" de ir preso y ser vejado en su colosal ego por la publicación de su imponente imagen en la prensa portando ese chaleco donde se lee la palabra DETENIDO escrito en grandes letras amarillas. Alan era incapaz de soportar verse reducido a esa condición pues siempre había estado en la cumbre y le tenía horror a los abismos. Por eso fraguó su salida de la vida con toda la teatralidad de la que fue capaz: luego de que su pedido de asilo en la embajada uruguaya fuera rechazado decidió escribir una carta en la que se proclama víctima de sus enemigos y anticipa que su cadáver sera el mejor desprecio que le hara a sus perseguidores, cinco meses después cuando el fiscal Henry Amenábar fue a detenerlo, se encerró en su cuarto, llamó a su pareja para despedirse, y luego  se atravesó el cráneo con una bala. 

De este modo el Harry Houdini de nuestra política criolla efectuaba su último y mejor escape pues nadie va a encarcelar a un muerto, aunque viéndolo bien el ya era un zombi político al que la fiscalía venía a ultimar con la prisión. Fuera coimero o no, y yo creo que lo fue, este hombre dotado de un orgullo piramidal, a la par de una soberbia galáctica, tenía su mejor kriptonita en los 20 años de cárcel que le esperaban, algo  que su ego no podía soportar. Por todo eso se condenó a muerte a sabiendas que sería más soportable el juicio de los historiadores sobre la dramática decisión de un histrión en la última escena de su propia película que el escarnio de la cárcel.

 Nunca volveremos a tener a alguien tan desquiciado entre la legión de aprovechados que se dedican a medrar con la credulidad de la gente. Odebrecht fue para el suicida lo que los rusos para Hitler, la oprobiosa nemesis que acabó con su desmesurada cabalgada vital. 

( Rubén Mesías Cornejo 20 de abril de de 2019)

2 comentarios:

  1. Me quedo con la analogía de hitler y Rusia. Alan, dentro de su lógica, vivió atado a las maldiciones y venganzas familiares. Revanchas y victorias.

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  2. Muchas gracias por el comentario Gerardo. Tu preferencia por la analogia entre Hitler y Alan, en cuanto al suicidio, me ha dado una idea para un relato.

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