lunes, 16 de marzo de 2020

UN ADAN ENTRE VARIAS EVAS


Esta novela corta, apareció en 1958, en las páginas de la revista Venture Science Fiction, publicación de corta vida que terminó siendo absorbida por The Magazine of Fantasy and Science Fiction, la versión en castellano fue obra del traductor Fernando Sesén, y salió a la venta con el número 13 de la colección “Galaxia” publicada por la editorial “Vértice” allá por 1964.

“Planeta de mujeres” (“ Virgin Planet” es el título original)  es una obra menor dentro de la extensa bibliografía de Poul Anderson(1927-2001) y trata en clave de aventura espacial un tema incombustible: las relaciones entre varón y mujer, un tema siempre polémico en cualquier época y circunstancia. Y la premisa de la que parte el autor es bastante interesante ¿ que sucedería si un hombre llegase a un mundo poblado sólo por mujeres? La respuesta es una novela escrita con oficio, soltura, y una pizca de erotismo y cierto humor derivada de la tensión sexual que se entabla entre Davis Bertram y Barbara Whitley, los protagonistas de esta obra.

La novela tiene un comienzo potente; la cabo Doncella Barbara  Whitley encuentra a la salida de un bosque una misteriosa nave espacial. No está demás decir que la astronave no era para nada esperada, y que su aparición en los cielos de Atlantis, constituye un enigma que la joven cabo Whitley es la primera en afrontar, montada sobre una especie de avestruz domesticado de grandes ojos amarillos llamado orsper.

Atlantis es un planeta parecido pero no igual a la Tierra, pues si bien tiene mares y continentes su firmamento está iluminado  por dos lunas y dos soles, un fenómeno insospechado en nuestro mundo azul: además su población está compuesta íntegramente por mujeres, las cuales se encuentran divididas en comunidades con un diverso grado de desarrollo pretecnológico, pese a ello tienen noción del viaje espacial porque sus ascendientes llegaron a Atlantis a bordo de una cosmonave.

 Basta pasar revista a la indumentaria que usa la  cabo Whitley para darnos cuenta de ello;  la chica lleva capa, coraza, grebas y morrión; además de una ballesta, un hacha, una daga y un lazo que le sirve para atrapar a Davis Bertram, el astronauta rubio y caradura que por designio del autor termina llegando a este “planeta de mujeres” después de atravesar una tormenta cósmica que lo desvía ligeramente de su ruta que tenía planificada.

El primer encuentro entre Bárbara Whitley y Davis Bertram, el macho de esta historia, está lleno de dudas para la primera pues ella ha sido educada en la creencia que los Hombres regresarian a Atlantis de manera “ostentosa y tendrían halos en torno a ellos y criaturas de metal como servidores” y como  el susodicho Davis no guarda parecido con nada de eso, la nena colige que se trata de un Monstruo, es decir lo opuesto de los Hombres según lo que tiene entendido.

Durante más de la mitad de la novela, Davis es considerado una especie de una herejía viviente, para esa comunidad de amazonas espaciales que viven y se reproducen sin necesidad de machos. Es más aquellas mujeres jamás han visto un macho humano y cuando lo ven desnudo se preguntan cuál es la función de su miembro viril.

 Esa ligera ignorancia da pie a una de las escenas más tragicómicas de toda la novela, cuando se le ordena a Barbara tener relaciones íntimas con el prisionero para determinar si era cierto que era un hombre como lo afirmaba una y otra vez; pero no se alarmen el macho Bertram se olvida de su masculinidad por un instante ahorrandole al autor describir escenas escabrosas que le hubieran puesto un tinte pornográfico a un libro que exhala cierto tufillo de erotismo en algunos pasajes, pero sin ir demasiado lejos.

A causa de ello, Anderson pone en boca de Davis un comentario expresa la desazón del personaje al no poder consumar ninguna de las relaciones que le proporciona ser el único macho en un planeta de mujeres “ No estaba bien que le pusieran en un planeta lleno de chicas guapas y que le interrumpieran cada vez que las cosas se pusieran prometedoras”

La repentina aparición de Davis y su captura por parte de las amazonas de Freetoon, provoca una inesperada alteración en el equilibrio de poder reinante en el planeta,  Desgraciadamente no se produce acuerdo alguno y una coalición de ciudades invaden Fretoon, pero no pueden echarle el guante al codiciado terrícola, el cual escapa a lomos de un orsper en compañía de las primas Bárbara y Valeria Whitley, y de la coqueta Elinor Dyckman, quien ha caído rendida ante los encantos del primer macho que ha pisado Atlantis en trescientos años, aunque se quedara con los crespos hechos pues el terricola preferirá entregar su corazón a Bárbara Whitley.

A partir de aquí, el cuarteto de fugitivos pasa por una variedad de situaciones en un contexto de narración aventurera e iniciática, a lo largo de su viaje en busca de la Nave del Padre, durante el cual se afianza la tensa relación amorosa entre Davis y Barbara, además de superar diversas dificultades nacidas tanto de la ignorancia de Davis sobre el comportamiento de la fauna en este mundo femenino, como del uso que otras mujeres quieren hacer de su capacidad viril . La cosa se complica todavía más cuando la legado de los Doctores, que manejan la reproducción partenogenética, considera que Davis no es el Hombre que han estado esperando y ordena que el terrestre sea asesinado, lo cual no llega a realizarse pues estamos refiriendonos nada menos que al protagonista 

Davis representa para Bárbara  un ser insólito al cual teme y desea, y que para más inri constituye toda una anomalía viviente en aquel mundo poblado por mujeres clonadas  por la ciencia de los Doctores. que acompañaban a las féminas que trescientos años atrás habían quedado varadas en aquel mundo relativamente aislado del espacio conquistado por el Hombre.

 Para reforzar esta idea  Anderson introduce en la novela una suerte de culto al Hombre, por parte de esta sociedad enteramente femenina, la cual parece estar esperando el regreso del Hombre de las estrellas, así lo expresa lo que Doncella ha aprendido acerca de ellos. “ Los hombres son los machos de la especie humana. Nosotros íbamos a unirnos a los Hombres, pero el Navío se desvió a causa de nuestros pecados” 

 En pocas palabras, para las mujeres de esta novela los Hombres son una especie de dioses a los cuales están esperando pues si bien no conocen el amor físico con la contraparte masculina de su sexo, están bastante predispuestas al mismo; un detalle que se desprende de las varias oportunidades que Davis tiene para ejercer su virilidad a lo largo del relato.

La novela silencia de manera absoluta el tema de la homosexualidad femenina, es más ni siquiera lo sugiere. Todas las mujeres de Atlantis acatan a rajatabla el sistema de castas que las divide, y el sistema de reproducción asexual que las provee de recambio generacional, aunque no están muy bien avenidas entre sí y puede darse la guerra entre ellas, la única verdadera grieta que cuartea este escenario es la figura del macho que viene a perturbarlo todo con su sex appeal 
 ¿ Será esto un indicio de que para Anderson la guerra de los sexos sería ganada por el varón?

3 comentarios:

  1. Interesante y quizá producto de su tiempo. Buena reseña.

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  2. Buena reseña, una carga social pocas veces tocada en estos tiempos :D
    espero ver su adaptación.

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  3. Una reseña muy completa, con un analisis social muy particular para una novela de ficcion con características muy terrenales (por sus mitos que crean múltiples prejuicios).

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