lunes, 20 de enero de 2020

LA CASA DE LAS DOS PUERTAS 3

 3. La esencia de Jazael.
Elsa se encontraba detrás de la segunda puerta, con el corazón palpitando a mil y con las ganas de abrirla cuando su sexto sentido le dijese que el sátiro estaba ahí. ¿Tocaría el timbre o se limitaría a golpear varias veces la puerta? No lo sabía, pero poco importaba la manera que el oxtlaniano usase para hacerle saber su arribo, es más si hubiera sido un can podía habría estado dando vueltas y moviendo la cola de pura alegría y excitación por la llegada de su amo; a último minuto pensó que lo apropiado no sería esperar pasivamente que el heraldo de Oxtlán anunciara su llegada al modo tradicional, lo mejor sería permanecer al acecho, detrás de la puerta (para aumentar su excitación) y solo cuando escuchase un batir de alas en el patio, abriría la puerta para recibirlo cómo se merecía un visitante de un mundo peregrino y exótico, alguien que traía consigo el Poder que le permitiría hacer realidad todo lo que quería empezando por el deseo de tener una casa cuya fachada fuera de color melón.
Y el sátiro tocó tierra, y recogió sus alas comprimiéndolas dentro de unos angostos intersticios que rasgaban la piel de su espalda como heridas recién abiertas, luego adelantó su cara y rastreó con el olfato la presencia de la fémina que lo estaba esperando.
Y Elsa abrió la puerta y se abalanzó hacia donde el sátiro había aterrizado. Iba descalza y corría con los brazos abiertos, dispuesta a colgarse del cuello del recién llegado, lo mira con ojos de deseo y con ganas de recompensar el regalo que le están enviando desde Oxtlán.
El sátiro es más alto, y deja que Elsa se le cuelgue del cuello, le gusta eso de tenerla un rato colgando de sí mismo, a la usanza de los columpios que penden de los árboles, es un modo de jugar con ella, de sentirse honrado con el homenaje que la boca de la fémina le estaba ofreciendo; así mientras ella busca su boca que limita con la frondosa jungla que puebla su barbilla, sus ásperas manos levantan los faldones del camisón para estampar un sonoro palmazo en el trasero desnudo de su anfitriona, a la vez que se complacen acariciando aquellas blanquísimas redondeces con la pasión de un operario que amasa la harina de la cual brotará el pan.
El instante fue breve y divertido, pero no podía durar siempre, y el sátiro le dio fin empujando suavemente a Elsa hacia atrás para obligarla a despegar sus labios de los suyos; tambaleante ella retrocedió y adquirió conciencia de que el momento feliz iba a ser sustituido por una especie de protocolo no escrito del que ambos participarían cuando se suscitara. Entonces las grandes manos del sátiro se extendieron sus palmas desnudas ante Elsa para mostrarle un trozo de gelatina negra y palpitante que se arrastraba como un gusano vivo sobre el cuenco de sus manos juntas, aunque a veces prefería enrollarse sobre sí misma como un pequeño cachorro en pos de calor.
Los ojos grises del sátiro la miraron con intensidad, mientras su boca exclamaba:
— ¡Mujer, tus ruegos han sido escuchados! ¡ La esencia de Jazael, el Amo de Oxtlán está frente a tus ojos! ¡ Híncate ante mí para recibirla de mis manos!
Elsa obedeció, agachó la cabeza en acto de reverencia, y alargó las palmas de sus manos hasta juntarlas con las del sátiro, entonces la gelatina oscura se trasladó hacia ellas trepando suavemente sobre las yemas de sus dedos como algo sin forma definida pero dotado de calor y de vida, sin saber muy bien porque la fémina se sentía tremendamente honrada de poseer un residuo de la esencia de Jazael entre sus manos.
—¡ Recuerda mujer! ¡ Jazael puede hacer que te salgas con la tuya siempre, pero a cambio debes fortalecerlo con una ración de leche salida de tu propio seno! Elsa levantó la cabeza y mostró toda su extrañeza reflejada en el rostro, era una cara que sin palabras pedía explicaciones sobre lo inaudito; durante unos segundos, el sátiro quiso fulminarla con la mirada, pero decidió contenerse pues sabía que el mismo Jazael le demostraría que su poder era capaz de quebrantar los ciclos biológicos más estrictos.
Entonces, la masa oscura que era Jazael reptó a lo largo del blanquísimo brazo de Elsa, hasta alcanzar su hombro para descender a través del cuello, y meterse bajo el camisón rumbo hacia su seno izquierdo, cuando la masa llegó ahí sintió que algo se adhería a su pezón y empezaba a succionar con mucho vigor como si estuviera absorbiendo líquido de un pozo sin fondo, su esfuerzo fue fructífero y la leche empezó a manar hacia aquel corpúsculo provocando que ésta aumentara su volumen debajo del camisón transparente.  A causa de esto, Elsa cayó en un estado de éxtasis, de goce pleno que implicaba la aceptación de la alianza entre ella y Jazael, lo cual significaba que sus anhelos pronto empezarían a hacerse realidad. El sátiro bufó y no le quedó más remedio que desenvainar sus alas y remontarse rumbo a Oxtlán , pues no le era permitido contemplar nada de esto; después de todo Jazael era su amo, y esta chica principiaba a ser su concubina.  

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