viernes, 31 de enero de 2020

EL CANARIO


Dedicado a Elizabeth Monopoli Acker.



Nunca he tenido canarios en mi casa, pero los he visto prosperar en otras partes, en espacios más coloridos que la existencia que llevamos; pongamos por ejemplo las páginas de una historieta, o en una pantalla brillante que para un niño es como el umbral de otra dimensión.
El canario era pequeño y amarillo, igual a muchos que hay por ahí pero singular en una sola cosa: podía hablar con una voz meliflua voz de bebé, pero solo lo hacía cuando no había humanos a la vista, y un gato de pelaje negro y aspecto famélico se afanaba en quererlo sacar  del interior de aquella jaula protectora donde el ave lo tenía todo: seguridad y comida a partes iguales.

El pobre gato era la victima de las burlas del malhadado canario que, protegido por los barrotes, no se cansaba de burlarse de la incapacidad del felino para atraparlo y convertirlo en su cena, con esa voz infantil y cruel que solo podía existir en el desquiciado mundo de las historietas.


Chiclayo, 31 de enero de 2020.


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