viernes, 17 de enero de 2020

5.Y CASANDRA SE ABRIO LAS VENAS



Por un instante, Casandra fue capaz de soportar la oleada de miedo que le suscitó la visión que su propio lápiz había producido. y se quedó quieta por completo, sosteniendo el dibujo con sus dedos, mientras sus ojos parecían estar clavados  sobre las imágenes recién plasmadas, como si ansiara extinguir  toda la esencia del dolor ahí contenido.
—Es cuestión de aguantar, y seguir mirando  hasta que las líneas se compriman y la imagen se transfigure, de ese modo dejará de lastimarme, se dijo Casandra a sí misma mientras contraía sus ojos y se daba  valor para enfrentarse a una tortura que se reiteraba periódicamente, y se había cebado en ella por razones que ella no acertaba a descubrir.
Su propósito era que su dolor menguara, pero no avanzaba mucho en este propósito pues apenas la imagen parecía transfigurarse, se recuperaba pronto,  como si una fuerza exógena la dotase de la necesaria fortaleza para resistir el impetuoso escudo que Casandra había levantado para defenderse de aquel horrible asedio.
  Por  consiguiente, su miedo siguió  vigente porque los designios del Innombrable contradecían los deseos de  Casandra, amén que para él resultaba más placentero incitar el terror de su ocasional víctima, y más aún cuando su existencia había transcurrido en medio de la soledad más extrema posible, aquella que solo prospera entre las galaxias.
El Innombrable no tenía origen, o al menos no tenía memoria de tener alguno, y se recordaba a sí mismo existiendo en medio de un viaje eterno a través del cosmos, y toda su morfología estelar. Había hecho un periplo azaroso que podría haber continuado hasta que su  organismo globular fuese incapaz de seguir renovando la  provisión de energía que lo mantenía en curso, esto podría haber sucedido inexorablemente si no hubiese acertado a descubrir aquella colonia  de seres vivientes sobre la superficie de aquel planetoide supuestamente desierto.
La vida era un fenómeno tan infrecuente en el universo, que hallarla inesperadamente  después de tanto tiempo era un verdadero milagro para quienes habían sido enviados para introducir la entropía en la senda de aquellos bípedos insignificantes que inconscientemente defendían la tendencia opuesta con sus acciones.
Casandra comprendió que su sola voluntad no bastaba para transfigurar el dibujo que había hecho así que decidió destruirlo para anular el nexo entre el dibujo  y el creciente pánico que estaba sintiendo, entonces recordó que antaño había disfrutado del malsano placer de llevarse un cigarrillo a la boca, pero desde que estaba aquí  no había vuelto a repetir la experiencia, sin embargo conservaba el encendedor  pues le recordaba el tiempo cuando era más libre.
Ahora haría algo mejor que prender un tubo de nicotina, usaría el encendedor para quemar el horrible dibujo que seguía atormentándola tan vívidamente.
Lo había guardado en el primer cajón, contando desde abajo, de aquella cómoda rectangular, un objeto que la acompañaba desde su infancia, y que alguna vez le podría servir de pedestal para concretar alguna de las excentricidades que se mantienen en reserva hasta que surge un estímulo que permite su afloramiento.
 El contacto con el encendedor le brindó tranquilidad, pues se sentía dueña de lo que estaba haciendo, lejos de la manipulación en la que el Innombrable pretendía mantenerla inmersa.
Y su dedo hizo girar la rueda que al rozar con la piedra produjo la ignición, el nacimiento de una lengua de fuego que lamió los cuatro lados de la hoja, iniciando su destrucción.
Casandra sintió verdadera satisfacción cuando la hoja quedó reducida a cenizas que recogió rápidamente con una aspiradora portátil que tenía a mano, aunque no estaba muy segura de haber quedado a salvo después de haber hecho esto.
Pero el Innombrable permanecía enquistado dentro de su mente, cavilando sobre lo que convenía hacer con ella, pues Casandra estaba oponiendo una resistencia cada vez más fuerte a sus intrusiones mentales.
 Casandra se sintió invadida de nuevo  ¿ Acaso tendría que arrancarse la cabeza de los hombros para no tener conciencia de ello?; entonces recordó que su pincel ya había explorado esa clase de miedo, y que también había sufrido la secuela de aquel suplicio en carne propia.
Y entonces, una voz potente y nítida emergió de la biblioteca de Casandra, exigiéndole acercarse a los anaqueles donde se alineaban ordenadamente todos los libros que estaban acompañando a Casandra en su exilio lunar, como era de esperar aquellos textos estaban centrados en el arte y por ello se hallaban profusamente ilustrados.
La psicofonía guio sus pasos hasta que Casandra estuvo cerca de los anaqueles, solo entonces se acalló, perdiéndose en medio del silencio, mientras la pintora extendía uno de sus brazos para coger un tomo pesado, de lomo grueso y encuadernado con tapas duras.
De un manotazo abrió el libro y empezó a pasar sus páginas con extraordinaria avidez como si estuviera buscando un contenido específico en medio de ellas. Podía decirse que el Innombrable controlaba sus manos de tal modo que ellas solo dejarían de pasar revista al contenido cuando encontraran aquello que andaban buscando.
Y efectivamente eso aconteció, cuando sus ojos se toparon con una lámina que representaba a un anciano desnudo, con la mitad superior de su cuerpo fuera de una tina de baño. Su cabeza y los brazos aparecían exánimes, como si el rigor mortis hubiera hecho presa de ellos. Un poco más allá se divisaba la presencia de cuatro personajes más, vestidos con togas romanas, y bastante acongojados por lo que había pasado al anciano.
Por un momento, Casandra se sintió aliviada pues la imagen que estaba contemplando no la había dibujado ella, ni tampoco guardaba relación con su persona.
¿Acaso el Innombrable había resuelto dejarla en paz haciendo aquella broma con el ultimo residuo de su poder?
Y desde las páginas del libro que estaba sosteniendo surgió el eco de una risa chirriante que la remitió a  pensar en los villanos de los dibujos animados que consumía cuando era  niña.
Aquel sonido la hizo posar los ojos nuevamente sobre la lámina que había observado antes, y entonces se dio cuenta   que el anciano se había transfigurado en ella misma, y que de sus venas abiertas manaba un lento río de sangre que era observado desde lo alto por un horrible ser esférico que guardaba un fuerte parecido con un globo ocular recién arrancado de su cuenca.

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