viernes, 17 de enero de 2020

4.Y CASANDRA PERDIO UN OJO DE LA CARA.



Casandra profirió un alarido de pavor cuando su dibujo estuvo terminado, aunque lo plasmado en el papel solo fuera un reflejo de una acción que continuaba ocurriendo en su mente como la escena de una película de terror todavía inconclusa, y por ende vigente.
El papel solo recogía un momento doloroso, el residuo de una tortura tremenda que deseaba cancelar, porque Casandra sentía como el filo de la tijera mordía su carne, y trituraba el hueso hasta partirlo en dos como un frágil palillo de madera. La sangre y el dolor estaban juntas, como una ecuación maldita que no quería abandonarla mientras estuviera dentro de aquel recinto cuyas paredes estaban cubiertas con hojas de periódicos atrasados pegados por aquí y por allá. Las grandes letras de los viejos titulares formaban frases entrecruzadas al azar que podían tomarse como conjuros lanzados al viento durante un aquelarre de brujas.
Y por la mente de Casandra se cruzo la idea de murmurar alguno de ellos para librarse de la tenaza que la estaba haciendo sufrir, pero eso no formaba parte de su voluntad precisamente. Eso quedaba al capricho de la voluntad que hacía que su mente produjera tales visiones tan solo para deleitarse con su miedo.
Pero lo peor de todo era que solo aquello—que todavía no podía nombrar—tenia la potestad para regular el dolor que estaba sintiendo, estaba sometida al capricho del Innombrable que manejaba las dosis de miedo que estaba recibiendo, podía confiar en que el Innombrable se rigiera por emociones parecidas a las humanas, y que por ende, el aburrimiento le hiciera mella para que la dejara en paz, sin embargo esto no ocurriría tan pronto.
Entonces la visión de la sangre y los dedos cortados abandonó su mente, y el papel donde la había dibujado se convirtió en polvo.
Casandra dejó de gritar, un breve interludio de paz ocupo su mente,y se sintió libre de arrojar su tablero de dibujo al suelo como si aquel instrumento fuera parte de la tortura a la que estaba siendo sometida.
Pero aquella transición duro poco, el Innombrable la quería sufriendo y plasmando ese dolor sobre aquellas hojas en blanco que reclamaban ser ocupadas.
Y otra vez sintió ganas de dibujar para dar salida a la visión que el Innombrable le estaba enviando desde alguna dimensión extraña y oculta para los sentidos, pero antes tenía que sentir en carne propia lo que el Innombrable depositaba en su mente.
 Como por arte de magia, el tablero de dibujo volvió a su regazo, y el lápiz a su mano.
De pronto sintió como una una especie de pinza dotada de garras se metía dentro de la órbita de su ojo derecho, el instrumento invasor cortó con suma destreza todos los nervios que vinculaban el globo ocular con la cavidad donde estaba inserto, luego las garras se cerraron sobre el globo cautivo para extraerlo de un tirón hacia el exterior, en medio de una catarata de sangre que tiño sus mejillas de rojo.
El horrible hueco que le quedó en la cara exigía ser ocultado y el Innombrable proveyó del adminiculo necesario para cubrir ese vano sangrante.
Casandra percibió todo esto como si estuviera ocurriendo , la cosa era plasmar una versión de todo eso que resumiera el horror de aquella pérdida a través de una imagen precisa, rotunda.
Y el papel recibió la imagen de una mujer parecida a ella, pero no ella misma sosteniendo un globo ocular recién arrancado como si fuera una especie de péndulo que estaba descendiendo lentamente sobre la misma taza que antes había sido recipiente de su sangre y sus dedos.

1 comentario:

  1. Sabes transmitirle al lector la desesperación de Casandra cuando se encuentra bajo el influjo de esta clara obsesión, que cree aliviar con el rito de sus pinturas, pero que lejos de hacerlo, sólo la envuelve cada vez más en el delirio.


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